Toño Benavides: "El hecho de jugar es inherente a la creación"

El poeta e ilustrador leonés recogió la semana pasada el XV Premio Internacional de Poesía ‘Ciudad de Pamplona’ por su libro de poemas ‘Panorámica’ que sigue la estela del anterior ‘Gran Sur’

Joaquín Revuelta
05/11/2021
 Actualizado a 05/11/2021
Toño Benavides en el acto de entrega del premio en el Palacio del Condestable de Pamplona. | AYUNTAMIENTO DE PAMPLONA
Toño Benavides en el acto de entrega del premio en el Palacio del Condestable de Pamplona. | AYUNTAMIENTO DE PAMPLONA
El Palacio del Condestable fue el escenario elegido el pasado 28 de octubre para la entrega del XV Premio Internacional de Poesía ‘Ciudad de Pamplona’, impulsado por el Ayuntamiento de la capital y el Ateneo Navarro, que distinguió en sus dos modalidades de castellano y euskera a los poemarios ‘Panorámica’, del leonés Toño Benavides, y ‘Eripoema’, de la autora vasca Lierni Azkargota Ruiz de Egino, un premio que en cada apartado cuenta con una dotación económica de 3.000 euros y la publicación de la obra. En el caso del poemario del poeta e ilustrador leonés, el jurado reconoció «un libro fresco, original y diferente, porque arriesga sin duda desde su planteamiento formal, pero también en su agudeza crítica, trayendo versos del mejor surrealismo o caligramas de una belleza muy conseguida», según se recoge en el acta. No es este el primer premio que Benavides consigue en el campo de la poesía o la prosa poética, que es el que cultiva en su menos conocida faceta de escritor, pues en 2014 consiguió el Premio de Poesía ‘Eladio Cabañero’ por  ‘Gran Sur’, que se suma a sus otros muchos galardones como ilustrador.

Toño Benavides reconoce que empezó tarde no a escribir sino a dar a conocer los textos que iba escribiendo «porque le tengo más respeto a la literatura que al dibujo, que para mí era una forma natural de expresión y era de los que me sentaba en clase en las filas de atrás para que no me viera el profesor dibujar. El dibujo lo he vivido siempre como algo natural y sin embargo el escribir me daba más pudor. Yo siempre he escrito, pero a la chita callando», reconoce Benavides, que con la llegada del nuevo siglo empezó a plantearse la posibilidad de publicar algunos de sus escritos. «El primer libro de prosa poética que publiqué fue con Héctor Escobar, cuando todavía no era Eolas sino  Eje ediciones, y fíjate si no estaba convencido del valor de los textos por sí mismos que lo ilustré. Hice un doble trabajo de texto e ilustración, que tampoco es extraño en mi trayectoria porque yo empecé haciendo cómics. Luego empecé a acudir a recitales de poesía, lo que aquí en Madrid llaman ‘jam sessions’ y a medida que iba leyendo los textos en público empecé a detectar la posible versificación de todo eso. Al recitarlos, al respirarlos, me di cuenta de esta deriva posible. Publiqué otro libro, ‘Los chicos del vertedero’ (Canalla ediciones), que cuenta con muchas influencias ‘beat’, y que era un paso a medio camino entre la prosa poética y la poesía versificada más clásica, por decirlo así», comenta el autor leonés, que reconoce que su principal preocupación ha sido siempre expresarse y contar lo que estaba viendo. «Llegó un momento en que había realidades que estaba percibiendo que no las veía contadas con dibujos, con ilustración, máxime cuando al cabo del tiempo he llegado a generar un estilo muy marcado  que no me permitía contar cierto tipo de cosas que yo esta viendo. Entonces lo de ponerme a escribir fue la vía natural para expresar todo eso», sostiene Benavides, para quien hay temas que le resultan más difíciles de contar a través del dibujo y algo menos mediante el lenguaje escrito. «Hay un tema fuente siempre de muchos sentimientos de origen en muchos de los poemas que he escrito que es la infancia y la juventud. Una nebulosa de memoria y de sensaciones, sobre todo, que he estado tratando de capturar desde que empecé a escribir poesía. La idea de que son sensaciones y no recuerdos concretos, traducibles automáticamente en imágenes dibujables, es lo que me dio la pauta de que no podía hacerlo de otra manera más que jugando con las palabras», argumenta Benavides, que por otra parte también hace mención a dos libros, ‘Gran Sur’ (Reino de Cordelia), con el que ganó en 2014 el Premio de Poesía ‘Eladio Cabañero’, y ‘Panorámica’ (Cénlit ediciones), galardonado recientemente con el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Pamplona, que tienen su origen en vivencias concretas cuando a finales del año 2012 se traslada a vivir a Fuenlabrada, «ese sur de Madrid metropolitano, gigantesco, de ciudades dormitorio, de habitantes impersonales, gente que en un principio tienen su origen en el mundo rural de todo el país pero que han acabado ahí, como en una especie de limbo. Y todos esos escenarios a mí me impactan de tal manera que yo tenía que contarlo de algún modo, de una parte desde un punto de vista crítico, si se quiere, y de otra buscando casi crear una épica de toda esa desolación. Y ahí es donde surgen ‘Gran Sur’ y ‘Panorámica’. Son esos dos ejes, la observación directa de una realidad impactante y sobrecogedora, tal y como yo la veo, y de otro la infancia. Y en todo momento hay un juego entre ambas. El que vive todo eso ahora se mira en el espejo de antes y hay un enorme contraste, porque León no tiene nada que ver con eso. Mi infancia conoció sus momentos más felices en un pueblo, con todo lo que eso supone», señala Benavides. El surrealismo en un aspecto muy presente en la poesía del autor leonés, como muy bien ha quedado subrayado en el acta el jurado del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Pamplona. «Yo me veo reflejado en esa visión. Siempre he pensado que todo este mundo de sensaciones del que te estoy hablando conforma una realidad que no se hace evidente pero que está ahí motivando todos tus actos, todos tus pensamientos y todos tus impulsos. Y en definitiva el surrealismo surge porque todo ese mundo para una serie de creadores es una superrealidad, una realidad por encima de la realidad visible, que nos está impulsando, moviendo y guiando toda nuestra conducta. Lo que yo trato de captar es eso, esa superrealidad que nos determina y que sin embargo no es nada fácil capturar. Y ahí vuelvo otra vez a explicar por qué escribir y no dibujar. A fin de cuentas el surrealismo no deja de ser un método propuesto en un momento histórico, que en su día  fue una vanguardia artística, pero en realidad fue un método aplicable perfectamente a día de hoy como lo pudo ser el periodo de entreguerras».

Preguntado por la conexión entre dos poemarios como ‘Gran Sur’ y ‘Panorámica’, Toño Benavides insiste en que se trata de una conexión natural. «Ambos podrían ser el mismo libro recogidos en un solo volumen, porque esa primera parte de poemas que componen ‘Gran Sur’ continúan de forma natural con ‘Panorámica’ porque describen los mismos escenarios, tratan sobre las mismas realidades sociales, los personajes y el entorno geográfico es el mismo, el tratamiento es el mismo. En fin, no hay ninguna diferencia entre ambos, son dos libros que además se siguen cronológicamente. Con el que estoy ahora sí hay una diferencia, pero es muy pronto para hablar de él», señala el poeta e ilustrador, que recurre al caligrama para componer buena parte de sus poemas. «Es algo que no lo puedo evitar por deformación profesional. Una de las motivaciones de sentarme a escribir o a dibujar es experimentar y tratar de aportar algo nuevo. Para un creador eso es casi una obligación y a mí me parecía que podía hacer algo nuevo en ese sentido. El hecho de jugar, por otra parte, es inherente a la creación. Si no jugamos y si no nos divertimos cómo vamos a transmitir la pasión por lo que hemos estado haciendo. Y, por otra parte, también es una búsqueda consciente de llamar la atención en ese sentido, aportar también y crear una diferencia con el resto de libros de poemas. Ahora mismo abres un poemario y aparte de que generalmente las portadas son completamente asépticas y casi con total ausencia de imágenes, no hay nada que te llame la atención, visualmente quiero decir. Entendí que lo mismo que hay una serie de metros clásicos que seguir, una serie de corsés digamos lingüísticos, pues también podía funcionar como una exigencia métrica el hecho de jugar a la vez a ofrecer texto y una imagen, que además es alusiva al propio texto. No es nada nuevo, ya lo ensayaba Dylan Thomas, por ejemplo, y otros muchos aparte de Apollinaire. Y en todo caso yo no me he planteado los caligramas o los tipogramas por la imagen que aportan, he compuesto los textos pensando en que valgan por sí mismos y después una dificultad mayor es el hecho de tratar de meterlos en ese corsé, en esta medida».
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