Sendo: Vivir para pintar (I)

Un artista multidisciplinar que ve a las bellas artes como una religión

Ángel Santiago Ramos
10/07/2022
 Actualizado a 10/07/2022
La Vespa que viajó por Europa. | L.N.C.
La Vespa que viajó por Europa. | L.N.C.
Joan Mundet Surroca, compañero, confidente de las penas que Sendo arrastró hasta la capital portuguesa, experto en arte y amigo inseparable durante los años en los que ambos coincidieron como profesores en el Instituto Español de Lisboa, definió su trabajo pictórico como una «indagación dolorosa en la que pone todo su corazón, a la manera de Baudelaire, toda su ternura, toda su religión, todo su odio, toda su desgracia y toda su insolencia de pintor poeta».

Comienzo con estas palabras de Mundet este artículo sobre Sendo, porque entiendo que son todo un acertado manifiesto sobre la personalidad de quien ha sido uno de los grandes artistas que ha dado León y merecedor de mayores reconocimientos de los que se le han otorgado. Que así era. Un ser de corazón bondadoso, cargado de inquietudes culturales, lector voraz de ensayos, periódicos, poesía. Un trabajador infatigable que encontró en las bellas artes su razón de ser.

Rosendo García Ramos fallecía en la madrugada del pasado dos de julio, en la que fue su casa y su taller de trabajo durante más de tres décadas. Murió en la inseparable y fiel compañía de su mujer, Marisa, y de sus dos hijos, Nuno y Diego. Tras de sí, deja un enorme vacío emocional para la familia y los numerosos amigos que fue haciendo a lo largo de una vida ejemplar.

Eligió premeditadamente el lugar geográfico de la que sería su casa y su taller, en el paraje de La Judiega, situado en la zona este del que fue su pueblo, San Justo de la Vega. Su instinto de artista plástico, buscaba los regalos cromáticos que podía disfrutar desde el ventanal de su estudio. Situada entre viejos viñedos y castaños, ocupaba un espacio en mitad de la pequeña loma que asciende hasta lo alto del Crucero. Una altiplanicie desde la que se domina toda la Vega del río Tuerto, los montes del Valle Gordo, las siluetas de la Astorga monumental y un variado y rico regalo de atardeceres mágicos que se desvanecen y se apagan tras el horizonte perpetuo del monte sagrado del Teleno.

La vida de este artista infatigable, entregado en cuerpo y alma a la pintura, al dibujo, a la escultura, amigo de poetas, escritores, cineastas, se había iniciado un 27 de agosto del año 1948. Tiempos de pocas sobras económicas y escaso de libertades. Años en los que se prolongaban las malas condiciones de vida de la postguerra de las familias campesinas. Sendo era el menor de dos hermanas, apenas dos y cuatro años, respectivamente, mayores que él. La casa familiar, aún en buen estado, está situada en la céntrica calle San Juan de San Justo. Una calle, en esos años, como todas las de la localidad con el suelo de tierra en los veranos y con el barro y los carámbanos en los inviernos helados.

La calle San Juan se animaba en esos tiempos de escasez con la presencia numerosas de trabajadoras que acudían diariamente a las instalaciones fabriles de la espadadora del lino que estaba situada a escasos metros de la casa paterna. El lino, fue durante unas décadas uno de los cultivos mas importantes en la vega del Tuerto.

Los tres hermanos deben ayudar durante un tiempo combinando la escuela con tareas de la casa Sendo y sus hermanas, tuvieron la buena fortuna de tener frente a su casa uno de los mejores regalos con los que un niño de esa época podía soñar. Frente por frente de su casa estaba una pequeña fábrica de chocolates. Regentada por Benito Abad y la señora Quica, un matrimonio sin hijos, fue para ellos como su segunda casa. El olor a cacao que impregnaba la casa, el proceso manual de elaboración del chocolate y los frecuentes regalos de alguna pastilla, para ellos eran recompensas mágicas que la suerte había puesto de su lado en esos primeros años de sus vidas. En especial, esas ayudas sirven de consuelo, cuando Sendo, con apenas seis años, y sus hermanas Piedad y Laura, con siete y nueve, respectivamente, se quedan huérfanos de padre y su madre debe multiplicarse por dos en las tareas de la casa y los trabajos que requerían los cuidados de las propiedades agrícolas de las que vivían.

La vida se les pone cuesta arriba y, a pesar de los pocos años, los tres hermanos deben ayudar durante un tiempo combinando la escuela con tareas de la casa y en lo posible, con apoyos a pequeños trabajos en las tierras y el cuidado del ganado.


El seminario, como solución


El seminario Menor de La Bañeza, primero, y el seminario Mayor de Astorga es la solución que la madre encuentra para que Sendo, un chico despierto para los estudios, pueda acceder a lo que entonces era una opción accesible para la economía familiar. Así sucedió durante años en numerosos ejemplos de adolescentes que, como Sendo, fueron llenando seminarios y colegios religiosos por toda la geografía española. La familia se desgajó aún más. Y la hermana mayor terminó por seguir la invitación del Ti Monja, un captador de vocaciones religiosas que desde Estébanez recorría colegios rurales y casas de los pueblos del entorno para la orden religiosa situada en el Condado de Treviño (Burgos). Y para allí se va Laura con apenas 11 años, una maleta de ropa y decidida a servir a Dios. Una misión que continúa haciendo a día de hoy.

No es el caso Sendo, que abandona el seminario y decide matricularse en la Escuela de Arquitectura Técnica en Madrid. Unos estudios que termina abandonando para trasladarse a Bilbao, ciudad donde se inaugura la Escuela Superior de Ballas Artes. Esta será su causa durante los siguientes años, una de las etapas más apasionantes de su vida. Por fin, encuentra el camino de los sueños que alimentó desde niño, al lado de la fabrica de chocolates del señor Canísimo, el dueño del primer coche marca Ford que arrancaba a manivela y era el orgullo del barrio por ambas cosas, el chocolate y el coche.

Para Sendo, la ciudad de Bilbao termina siendo su casa, su paraíso imaginario, donde aprende a pintar, a dibujar y a conocer el espectáculo de la vida en todas sus dimensiones.
Dice Julio Llamazares, su amigo y que tanto le conocía, que «para Sendo la pintura no era un oficio, sino su manera de estar en la vida». Bilbao le abrió los poros de las cosas de la calle. La escuela le facilitó los conocimientos técnicos para atrapar la luz precisa, el color preciso, los detalles que vienen del alma y se posan en los lienzos de los pintores que tienen el duende metido dentro.

No le sobra dinero para sus estudios y estancia y se busca la vida en los oficios más diversos que tiene a su alcance. Pinta en la calle y vende a los viandantes. Cambia algún cuadro por parte de los gastos de estancia en alguna patrona generosa. Uno de los años recorrió media España como bailador de yo-yo contratado por la empresa de la Mirinda. Una campaña que le reportó aventuras y dinero para viajar por Europa y para gastos extras de lienzos y materiales de dibujo y pintura.

Viaje en Espa a Europa


Son los años 70 y terminados los estudios necesita viajar. A lomos de una vespa recorre parte de Italia: Roma, Venecia, Milán. Y se pasea por los museos donde se recrea con los artistas clásicos italianos. Viaja a París en varias ocasiones para recorrer los museos de capital francesa: El Louvre, M. d´Orsay, Picasso, el Pompidou. En París conoce a uno de los artistas que más le influyen pictóricamente a mediados de los años 70, el pintor yugoslavo Vladimir Velikovic, uno de los más destacados pintores de la corriente neorrealista yugoslava.

Es la deriva del movimiento con reminiscencias del mundo del comic. Francis Bacon, Derain, Cezane, Picasso son los fantasmas que se posaron en su inconsciente y le fueron influyendo en las primeras décadas en las que está tratando de buscarse a si mismo. Para ir plasmando su propia verdad pictórica. Su personalidad, su curiosidad incansable, el conocimiento de las técnicas pictóricas terminan pronto de señalarle su propio libro de rutas. Para asegurar su modus vivendi y poder pintar sin estrecheces económicas se decide por opositar a profesor de dibujo. Objetivo que consigue pronto y entra en una etapa pictórica de gran producción. Sendo fue siempre un pintor con una enorme capacidad para trabajar horas y horas en su estudio. Y, por tanto, tiene una voluminosa obra pictórica.

Dibuja y pinta sin parar oleos donde el movimiento de los galgos, los caballos o los luchadores que se entiende como la clave de toda transformación Durante los años 70 el movimiento domina los escenarios de sus obras. Acude al hipódromo y al canódromo madrileños. A los corros de aluches. Y dibuja y pinta sin parar oleos donde el movimiento de los galgos, los caballos o los luchadores que se entiende como la clave de toda transformación. De sus propias palabras, estos personajes que «por instinto, adquieren variaciones anatómicas animadas, en el que se incluyen gestos derivados del mundo del comic».

El movimiento, la erosión de los libros, del paisaje son también materiales con los que trabaja, «el libro objeto se va erosionando para formar parte de la arqueología del pensamiento impreso. Sería, apunta el artista, «como la representación del archivo de nuestra memoria que se va desvaneciendo».


Las ventajas en Vespa a Europa


Tras recorrer varios institutos de la provincia leonesa, Villafranca del Bierzo, León, de decide por pedir una plaza de profesor de Dibujo en el Instituto Español de Lisboa, ciudad en la que esta un largo periodo de seis años. Llega a la capital portuguesa con heridas en el alma que terminarán por ir curándose con la buena sudade de una ciudad hermosa, decadente, cálida, con un mar y una luz especiales para quien se busca más allá de la niebla que dejó atrás.

«Bajé al puerto, dice en un manuscrito de los primeros días en la ciudad, a ver el mar. El sudor en la pensión, el sonido más fuerte de los hierros del tranvía. Me dejo descansar. El puerto de Lisboa, zig-zag de gente y de barcos. Las escamas del oleaje flotan. Estoy en línea directa con Brasil». Se pregunta qué está haciendo aquí, «ocupar un lugar en el tiempo, que se expande y yo me encojo. ¿Cuándo ordenaré mis pensamientos?».

Tiempo de melancolía que terminará pronto. Y pronto comienza una etapa pictórica de las más hermosas de su carrera artística. Las janelas de Lisboa. Las paredes desconchadas del Chiado, que, en palabras de Julio Llamazares, podemos soportar sin conmoción y así se puede ver en esas oxidadas ventanas, en estos cuadros rotos y abiertos como espejos a las paredes del Chiado calcinadas por el fuego y el salitre». Ahí en esa Lisboa decadente, escribe Llamazares «Sendo ha ido dejando día a día las hojas amarillas e inservibles de su memoria y de su corazón».

Para Mundet Surrola, Sendo, desde su etapa en Lisboa, ya se deja llevar «por su propia proyección psicológica». «Sin olvidar, dice Mundet, otros viejos fantasmas como Giotto, Masaccio, Bruegel, el Bosco y el eterno Goya. O lo más actuales, Gorky, Beuys, De Kooning».

No hace un cocktail con ellos, pero «creo que están siempre cerca de su pensamiento».
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