Relatos para una vida

Manuel Ángel Morales nos regala un conjunto de relatos de gran calidad para disfrutar no solo con la lectura, sino también con la reflexión. Deja que la tinta recorra tus venas

Ruy Vega
27/12/2020
 Actualizado a 27/12/2020
Imagen de la portada del libro sobre la mesa de Ruy.
Imagen de la portada del libro sobre la mesa de Ruy.
De Manuel ya te hablé con ‘Hikikomori’, de él también leí ‘Insectalia’, y ahora me adentro en su nuevo conjunto de sueños, tan talentosos como maravillosos. ‘El toque de las ánimas y otros relatos’ es su nueva obra. Manuel ha leído mucho, por sus venas corre tinta, de sus manos se desprende literatura; de su mente, mil historias contadas, otras tantas todavía por contar. Y de ese conjunto de caminos que llevan a su figura solo podía nacer una recopilación de relatos imprescindibles. Supongo, papá, que no es necesario que te cuente mucho más de él, bien lo conoces también por ‘Dithyrambus’, de la que te hablé hace tiempo. Por eso, lo más justo es que haga un pequeño desvío en este mi camino, ahora también el tuyo, para repasar su nueva obra.

Cuarenta y cinco relatos para disfrutar, que deberían ser cincuenta, cien o diez mil, pero que de momento deberemos esperar (y convencerle) para que siga escribiéndolos. El primero de ellos es, precisamente, ‘El toque de las ánimas’, con el que logró el valioso premio Galtelli Literary Prize del año dos mil diecinueve.

Un relato de amor contado bajo los ojos del terror, que llega hasta esa atmósfera oscura que es tan difícil crear, pero que él logra. "Me dormía sintiéndome tranquilo, escuchando la voz suave de mi madre, la gravedad de las palabras de mi padre, el canto apagado de mi abuelo. La luz temblaba por las noches a medida que el agua de la presa bajaba y todos se iban a dormir y cesaba el golpeteo de las cartas contra la mesa y comenzaba el canto de los grillos, el sonido de la curuxa que prometía cabañas de bruja y caramelos".

A mí, que tanto me cuesta escribir descripciones con calidad, de esas que te hacen estar en el interior de la escena, hacerlo como lo hace él me parece admirable.

Hay un relato que no puedo pasar por alto. Casi podría dedicarle una carta entera. Hace un tiempo, el también escritor Carlos Fidalgo le animaba a desarrollar la misma historia, quizá con un relato mayor, con una novela corta o una al uso. Bien merecido/necesario es, opino lo mismo. En este relato, de ciencia ficción distópica donde la ciencia es real, la ficción dejará de serlo (opino que acabará llegando algo similar a lo que nos cuenta) y la distopía no deja de ser un adjetivo que se usa, en ocasiones, cuando alteramos el rumbo de una historia que nos han contado, pero que puede cambiar. En apenas unas páginas nos describe una sociedad sometida a un control que bien podría llegar en breve (si es que no ha llegado ya), y que encierra, como toda buena historia, una reflexión detrás y un final abierto, para que cada lector se encierre en sus propios pensamientos. Te estoy hablando de ‘El crédito’, no dejes de leerlo. Te gustará.

Hay otro ejemplo de buena ciencia ficción, con un toque jocoso, pero que encierra, en las pocas líneas que componen este relato, un conocimiento indiscutible de la astronomía y los últimos descubrimientos. Tendrás que leerlo para saber a qué me refiero, la curiosidad siempre es una buena consejera para descubrir. Pásate por ‘La búsqueda’.
Amor, terror, ciencia ficción y humor. Porque esta pequeña biblioteca de estilos que Manuel ha reunido en un único ejemplar, está acompañada, como la vida misma, de recovecos de humor que ahora son más necesarios que nunca. Lo descubrirás en ‘El cazador’. Presiento tu sonrisa tras su lectura. Sonrío yo también, sonreímos.

Te llevo ahora hasta un nuevo ejemplo de buena literatura, de la que no solo divertirse o reflexionar, sino también de la que aprender. Lo podrás encontrar en ‘Remordimiento’, donde leerás: “Echados los cerrojos, no parece importarle, pues cada noche, con regular rutina, pisa los peldaños y sube hasta la casa. En la mesa camilla, pagado el televisor, con la única compañía de un zumbido perpetuo, lo oigo llamando, frente a frente con él, separados tan solo por una tabla de castaño, frontera con el miedo”.

Relato a relato, página a página, párrafo a párrafo, línea a línea, palabra a palabra, letra a letra, Manuel Ángel Morales nos lleva a aquellos caminos en los que la literatura ilumina los nuestros, al sentido inequívoco de una dirección de conocimiento de uno mismo. Escuché a Luis Artigue decir que «la vida existiría sin la literatura, pero no la entenderíamos igual». Manuel logra que la entendamos. Este trovador de lo genial ha logrado una demostración más con ‘El toque de las ánimas y otros relatos’, una nueva demostración de su buen hacer como constructor de sueños. ¿La calidad que atesora? Indiscutible. Largo camino a su talento. Talento que le permite dejar, como esas flores en el camino que te paras a observar, pinceladas de reflexiones y expresiones para una vida. Me quedo con una de ellas, que a buen seguro usaré en algún momento, en una conversación entre amigos o en una reunión de sinceridad: “Las llamas han empezado a consumirlo todo. Y pronto no quedará nada, pues nada merece quedar tras esta noche”. La podrás leer en ‘Lover man’ que, por cierto, es el relato en el que más frases he subrayado.

Un último relato que te destaco, papá, una última intrusión en un libro que, a buen seguro, estarás ya deseando tener entre tus manos. Te decía que Manuel nos lleva hasta el terror y el humor en algunas de sus historias, pues bien, en alguna las combina hábilmente, como ese cocinero que entremezcla texturas y sabores, creando algo único para el paladar. Acércate hasta ‘La curva’ y sabrás de que te hablo.

Me despido ya, con ese agridulce sabor de boca por el que descubro que con estas cartas estoy más cerca que nunca de ti, que la distancia que nos separa la une el recuerdo, que no hay tiempo ni espacio que no sea más que una medida, pero que no se puede medir el amor; pero en el que me doy cuenta que todavía no podemos mirarnos a los ojos, ni sentir el frío juntos, o ver la nieve y acariciar el viento.

El camino es largo, quizá estemos aquí por algún motivo, puede que todos tengamos un destino en la vida, una razón por la que estar y contribuir al todo y a lo individual, puede que todo sea así, un tablero de juego en el que cada pieza sujeta el juego en sí mismo. No lo sé, quizá en mi caso mi función sea precisamente esta: escribirte cartas y cartas, para que no solo yo, sino que todos aquellos que han perdido a un ser querido sientan, por instantes, que si el amor sigue la distancia desaparece y el tiempo se difumina.

Es la literatura un arte de vida, una manera de sentir y ver lo que nos rodea, una sinfonía que nos susurra que el destino, el caprichoso destino podrá decidir por nosotros, pero nosotros tenemos la capacidad para decidir, o al menos dejarlo escrito. Por eso, creo que la frase con la que siempre acabo estas cartas es más necesaria que nunca. Papá, no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.
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