¡Qué tiempos aquellos!

20/10/2017
 Actualizado a 14/09/2019
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¡Qué tiempos aquellos en los que cuando alguien hablaba en inglés por la Calle Ancha todos se iban dando la vuelta para mirar e incluso escuchar!

Y, sin embargo, a nadie le llamaba la atención el paisano que iba anunciando su caminar con los golpes secos de los tacos de las madreñas.

¡Que tiempos aquellos de admiración cuando quien paseaba por el casco histórico de la vieja ciudad era un japonés, no hacía falta ni que hablara, sólo su figura era suficiente para que se comentara con admiración: «Es un japonés»! Y si fuera japonesa.

Y, sin embargo, a nadie le llamaba la atención el paisano de la chaquetona grande y de pana, rematada con una boina que era el pan nuestro de cada paseo por la ciudad.

¡Qué tiempos aquellos en los que empezaron a aparecer hippies con sandalias y coletas rubias, con melena y despeinados camino de ninguna parte!

Y, sin embargo, los lugareños sabían bien el camino a recorrer entre el coche de linea de la mañana y el de regreso: ir al banco, al médico, a ver al chaval que estaba interno en los frailes, a la farmacia por Piramidón y a tomar un vino en el bodegón.

¡Qué tiempos aquellos en los que este hombre habría llamado la atención de todos y se detendrían a mirarlo a hurtadillas!

Nadie ha dicho, al menos yo, que «¡qué tiempos aquellos!» sea sinónimo de que eran mejores o de añorarlos. Eran ¡qué tiempos aquellos!
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