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Pleitos haberlos haylos...

21/01/2020
 Actualizado a 21/01/2020
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Cuatro de cada diez despachos crecerán a doble dígito este año». Éste era el titular que el pasado 13 de enero leía en Expansión y que, con semejante predicción, me hizo continuar con la lectura del artículo que encabezaba y que seguía diciendo así: «el sector legal es optimista en su previsión de facturación para 2020, ya que el 80% cree que sus ingresos aumentarán más de un 5%».

No me lo podía creer... pese a que el Banco de España mantenía a finales de 2019, que en nuestro país seguiríamos durante los próximos tres años en una desaceleración gradual, parece que el sector legal gozará de buena salud este año. Permítanme que sea escéptica... pues en muchos casos, no se trata tanto de ausencia de trabajo, porque pleitos haberlos, haylos... o ausencia de facturación, porque a trabajo realizado, trabajo facturado, sino que otra cosa es, a trabajo terminado, trabajo cobrado...

Freud decía que, en la psicología del hombre existen dos grandes tabúes: el sexo y el honorario. Y, si la facturación prevista por los grandes despachos, esos sin duda a los que recurrió Expansión para su artículo, no supone ningún tabú, lamentablemente y con demasiada recurrencia ya me he topado yo, con el «si tiene coste entonces no me interesa», «¿por qué cobra usted tanto?», o lo que es más frustrante aún, «sólo pago si se gana el pleito»...

Leí de alguien en una ocasión, que la profesión del Abogado no es una profesión altruista, en la que, más allá del compromiso ético de hacer todo lo posible para solventar la injusticia que persigue al cliente, hay una contraprestación por los servicios prestados y que estos no se satisfacen con la bendición o el muchas gracias, sino con el pago de un justo honorario, que es la sal de nuestra vida como la de cualquier otra persona. Parece más que razonable, ¿no creen?

Pese a ello, el brete de cobro no es algo ajeno en nuestra profesión y, a buen seguro, muchos de nuestros compañeros verán reflejadas en estas líneas su propia realidad. Esta realidad, más allá de lo económico, no supone sino una absoluta falta de reconocimiento a la profesión, al trabajo y a la dedicación invertidos en los asuntos del patrocinado, quien en muchas ocasiones no sabe, o más bien, no quiere saber... las horas de estudio invertidas en su asunto, por no mencionar la preparación y conocimiento previo necesarios para ello.

Pero como «donde muchas cosas hay, de todo hay; buenas y malas, grandes y chicas; de todo como en botica», no siempre se ignora el esfuerzo y la retribución del letrado. He de serles sincera, frente al sinsabor de la ingratitud, también me he encontrado con el mayor regalo en esta profesión: el reconocimiento sincero por el trabajo. «No tengo palabras para agradecerle su implicación en mi caso», «cuánto le debo», «estoy en deuda con usted», «creo que se ha equivocado en la factura, con lo que ha trabajado ¡esto es un regalo!», «le recomendaré siempre»...

Claro que, si de reconocimiento se trata... lo del turno de oficio es una verdadera jaula de grillos. Si ya de por sí nuestros compañeros tienen que lidiar con la errónea y execrable conciencia social de su impericia o inexperiencia, a pesar de que se les exige una experiencia mínima de tres años para inscribirse en el turno, y pese a que es innegable que realizan su trabajo con la misma diligencia, la misma pasión e idéntica convicción de defensa que la ejercen sin ser asignados de oficio, flaco favor se les está haciendo desde el Ministerio de Justicia con el trato que éste les dispensa. A los irrisorios honorarios que cobran tarde y mal, la exministra de Justicia, que parece ir de polémica en polémica (buena la ha liado Sánchez con su nueva designación como Fiscal General del Estado...), antes de abandonar su cargo sumó un nuevo plus en eso del reconocimiento al trabajo del Abogado. Parece que el Ministerio de Justicia no pagará los asuntos en los que se ha designado un abogado de oficio y finalmente no se reconozca al justiciable el derecho a la asistencia jurídica gratuita. Vamos, que lejos de pagar por el trabajo asignado y realizado y, en su caso, reclamar a posteriori al justiciable esos honorarios abonados por justicia al profesional, algo que por otro lado sucede en otros ámbitos de la Administración (véanse los casos de asistencia sanitaria), el Ministerio de Justicia instaura un ‘simpa’ en toda regla... Ya apuntaba yo al empezar... que pleitos haberlos, haylos, pero que otra cosa será cobralos... y, posiblemente, si Voltaire hubiera conocido los desaires de esta profesión, no hubiera pronunciado nunca «me hubiera gustado ser abogado. Es la profesión más bella del mundo», porque como dijo Sócrates, «la belleza es un reino muy corto»...
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