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Y Marta se fue al cine (2ª parte)

15/05/2016
 Actualizado a 18/09/2019
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Cuando el 29 de junio de 2008 España arrebataba a Alemania la Eurocopa de fútbol, nadie imaginaba que en algún lugar del mundo surgía un tsunami financiero que devastaría nuestra economía durante más de una década. Una semana después de la histórica final en el Estadio Ernst Happel de Viena, el ilustre cronista Nacho Carnero titulaba su columna dominical para La Gaceta de Salamanca con un premonitorio ‘Y Marta se fue al cine’. El autor, además de predecir la distracción balompédica de los españoles ante la inminente crisis, aseguraba que "la historia no se escribe a base de once hombres propinando patadas a un balón". La mencionada tribuna explicaba la soledad de nuestra protagonista en una sala de cine aquella tarde de verano que yo recordaré por el gol de Fernando Torres. Marta fue siempre rebelde. Con once años, previo envío de una carta de su puño y letra al director de El País, la chavala consiguió que su cumple se anunciara en la sección de Vida Social para sorpresa de un buen número de lectores. Rozando ya la mayoría de edad, tuvo tiempo para sacar de quicio con su afilada pluma a críticos taurinos, empresarios ganaderos y esforzados matadores en un mundo hecho por y para hombres. Les avanzo todo esto porque Marta, como miles de periodistas en nuestro país, decidió hace meses que ya no trabajaría más por cuenta ajena, harta de innecesarias presiones, malos modos y escasas oportunidades. Esta semana Roger García describía en un hilarante artículo para El Blog del Redactor Freelance la visita de una inspectora de la Seguridad Social a su casa con el objeto de comprobar las condiciones de tan hogareña oficina y entregarle de paso uno de esos papeles con membrete del Gobierno de España que lejos de tranquilizar acojonan. En nuestro país se contabilizan tres millones de trabajadores autónomos que al igual que Roger y Marta se esfuerzan cada día por recuperar la dignidad laboral arrebatada tras aquel tsunami. No digo que los funcionarios de Hacienda deban relajar sus inspecciones pero estaría bien que fueran igual de contundentes con esos ‘empresaurios’ que contratan falsos autónomos, eternos becarios o fijos discontinuos a la carta. Y puestos a pedir no estaría mal habilitar un buzón anónimo contra el fraude fiscal o mostrar de manera más didáctica a qué se dedica cada euro recaudado. Espero también que, cuando la inspectora visite a Marta, ésta se haya ido al cine no sea que se pongan a hablar de la nula cobertura por enfermedad o de esa tasa que tiene más de mordida que de tributo.
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