No veo muñecos de nieve,
su botón de nácar,
su nariz de zanahoria,
la bufanda deshilachada y medrosa.
Tampoco niños cantando
en las calles,
y en su ausencia,
frío rapado y carmesí,
rozan los pájaros mi nuca
y la pinaza tus labios,
pues en la memoria
de los muñecos de nieve,
en sus escobas de maíz,
los hombres tiritan deslumbrados
y los niños cantan en corro
a la punta lacada de la luna.