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Villalar, una aguja sin enhebrar

28/04/2024
 Actualizado a 28/04/2024
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Pasó la holganza de Villalar. Los sucesivos políticos que han pasado por la presidencia de la Comunidad Autónoma de Castilla y León sostienen esta fiesta como un sentir comunitario castellano-leonés. Sin embargo, la congregación anual del 23 de abril, escogida como ensamble de las nueve provincias que componen este ente comunitario, no es totalmente integradora ‘ab aeterno’. Es sólo una concurrencia temporal festivalera. Fáltale soporte espiritual, pulso emocional. Carece de alma. Un día de asueto para aprovecharlo en menesteres ajenos al de ensalzar una fecha histórica común, porque no tiene raigambre afectiva ni es resorte que consiga encandilar a todos los moradores que la integran. Ni antes ha habido, ni ahora hay, ni es probable que haya en el futuro del amplio territorio una conciencia o sentimiento integral, aguja enhebradora que ensamble afectiva y efectivamente a castellanos y leoneses. Villalar es una puntada sin hilo en 9 botones sin abrochar.

Uno se pregunta: ¿por qué a la hora de formar comunidades autónomas se hizo una fusión  en lo tocante a Castilla y León, y no independientemente, como con Cataluña respecto a Aragón, siendo históricamente la primera, como en principio Castilla, un condado de la otra?  Es evidente que motivos hay para que las glorias del pasado capitulen ante un presente muy distante política, social y económicamente. 

Hacer que las Comunidades fuesen más fieles y conformes a su historia y a su cultura haría que se sintiesen más unidas, tendrían mayor conciencia comunitaria, serían más fáciles de gobernar y proporcionaría mejores logros en la cuenta de resultados sociales y económicos. Por otra parte, se evitaría con ello el enorme gasto burocrático de una ‘macrojunta’ de nueve brazos. En contraposición, se fortalecerían las administraciones locales y provinciales a la hora de gestionar las distintas competencias. 

Democracia quiere decir mayor participación, implicación y protagonismo del ciudadano  frente a la esclerosis de considerarlo probo tipo sumiso y generalmente engatusado camino de las urnas cada cita electoral que le dicta el calendario. En materia de infraestructuras, ¿alguien duda que no serían ya una realidad de años los engarces autoviales con Portugal a través de Alcañices o la León-Bragança con una autonomía propiamente leonesa? También resultaría menos complicado resolver el deterioro progresivo de la sanidad y del panorama agrario y ganadero.

Otra cosa que concierne a la fiesta de Villalar es la paradoja de su celebración. Por lo general, lo que se celebran son triunfos o victorias, no fracasos y derrotas como fue la que sufrieron los Comuneros en la campa pucelana.

Sin ánimo de ser agorero y no sabiendo hasta cuando durará, pronostico que un día no muy lejano el 23 de abril no será festivo en León. Pasará al igual que la festividad del 18 de julio en España instaurada desde el 9 de marzo de 1938 hasta el 4 de enero de 1977. Fecha aquella en que, dicho por el vencedor, «España se alzó unánimemente en defensa de su fe, contra la tiranía comunista y contra la encubierta desmembración de su solar». Un 18 de julio con numerosos actos conmemorativos en todo el país, a la vez que los trabajadores recibían –y recibimos– una de las pagas extras que su «excelencia gubernativa» impuso y declarada como «paga extraordinaria» conmemorativa del «glorioso holocausto nacional!». Todo un espectáculo de desfiles, petardos, guirnaldas, bambalinas y programación especial en radio y televisión.

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