Un vestido rojo y una mano tendida.
Soldados alzan las botas
sortean el cuerpo
desmadejado
la rodilla tan blanca
se ve su ropa interior
pestañas enterradas
nunca más el sueño.
Quien muere en la calle
deja el alma tirada
en un bordillo.
El fuego devora las casas,
tetracero y escombros.
Nadie repara en ellos:
el vestido,
la mujer,
su mano tendida.