15/05/2023
 Actualizado a 15/05/2023
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Una dulce mañana de mayo me dispuse a pasear a mi longeva perrita, cuando un fresco azotó mis mejillas sonrojadas por una temperatura casi heladora.

No me sorprendí ya que es típico que en León, las temperaturas bajen al anochecer y durante la mañana se pueda percibir un frío casi invernal.

Llevo en León 22 años de mi vida, he crecido en esta pequeña ciudad, rica en sol y montaña. Sin embargo, los vaivenes atmosféricos siguen siendo un enigma para mí.

Cómo es posible que el verano sea una lucha infernal soportar el calor que durante el medio día y la tarde acontece, pero a medida que el sol se esconde y la luna rehace su aparición, una brisa comienza a refrescar los rostros de quien yace en la noche estrellada por las calles de León.

No me quejo, simplemente es una opinión. Admito que no suelto la rebeca para que caliente mis brazos cuando paseo en la noche. He de decir, que hasta me resulta placentero, se puede respirar aire fresco y airear la mente de todo un día caluroso.

León es una caja de sorpresas en sí misma. Una ciudad poco común dentro de lo verdaderamente corriente, que me hace recordar la razón por la cual viene la gente a visitarla o incluso a vivir en ella.

León es una ciudad fría, pero cálida; solitaria, pero aglomerada de personas en plena semana santa; húmeda, pero soleada durante la mayoría de las mañanas que asoman cada madrugada. León es paz en momentos de guerra y sarcasmo cuando hablamos en público tomando algo con una tapa sobre la mano.

En definitiva, me parece una ciudad que contrapone hasta los sentidos de uno mismo. Manejando entre las curvaturas de su belleza, un sin fin de emociones envueltas en cada recuerdo vivido y que aún no ha llegado a existir.

Por otro lado, León está desbordada de una historia marcada en sus calles, que arrastra a la memoria de todo paseante a una remembranza digna de leer. Creo que incluso en la noche, se puede sentir el ambiente enajenado del tiempo.

Presiento que a veces, las ciudades más tranquilas como esta albergan pequeñas sorpresas que enamoran a quien las encuentra. No hay ciudades mejores ni peores. Tampoco hay climas buenos o malos, simplemente una amalgama de características que perpetúan la divergencia entre el mundo, al igual que en el ser humano.
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