Vendemos el país

08/03/2024
 Actualizado a 08/03/2024

La última polémica nacional se ha planteado con los horarios de los establecimientos de hostelería, con salidas de pata de banco por parte de casi todo el mundo, sin que nadie se plantee uno de los problemas graves que tiene el país, pues como dice un amigo mío cuando fue a Francia, vio que aquel era un país terminado y, al compararlo, éste estaba acabado, perdido.

Si vamos al origen, que es lo que no se suele hacer nunca, podemos ver por qué este país es un desastre organizativo, tanto en turismo como en horarios comerciales.

El sábado 16 de marzo de 1940 por orden del Francisco Franco este país adelantó los relojes 23 horas para alinear los horarios españoles con los de la Alemania de Adolf Hitler, como un gesto de dictador a dictador. Después se fueron cambiando algunas costumbres por la necesidad de que muchas personas en los años cuarenta y cincuenta tuvieron que emplearse en más de un trabajo para poder subsistir.

A pesar de todo se llega a los años sesenta habiendo conseguido tener un relativo orden en las costumbres, unos comportamientos sociales con unos horarios establecidos comerciales, dentro de cierta holgura, que marcaban también los horarios de vida de los españoles.

El primer desastre, la primera venta de principios, llega en los años sesenta, con la llegada de Manuel Fraga Iribarne al Ministerio de Información y Turismo que acuña el eslogan de una España diferente: «Spain is different!»

Desde la administración se estimuló una adaptación de nuestras costumbres, de nuestros horarios, de nuestra vida, a las de los turistas y a las exigencias de unas empresas que con la disculpa del turismo empezaron a modificar horarios de apertura y a no respetar domingos ni festivos. Si los turistas querían comer a las 11 o a las 12 de la mañana, pues se les daba de comer a esa hora; si querían cenar a las 5 o a las 6 de la tarde pues se les daba de cenar a esa hora; si querían comprar ropa o comida a las 10 de la noche pues se tenía abierto el comercio y el restaurante hasta esa hora o hasta la media noche y los empleados de comercios y hostelería haciendo horas que unas veces cobraban y otras no.

Por cuatro duros hemos vendido al turismo, a un turismo barato y de borrachera, nuestro estilo de vida, nuestra alma; pero con ello hemos vendido nuestra tranquilidad diurna y nocturna, hoy hay zonas y barrios completos donde no se puede vivir tranquilo, se han convertido en guetos en los que todo está permitido: pero ahí no terminan los problemas, hemos transmitido a una gran parte de la población juvenil las mismas costumbres del turismo de borrachera y políticos populistas, que por una parte exigen volver a la familia tradicional y a las costumbres del franquismo, y por otra están identificando estas costumbres, estas formas de vida, con la libertad y con la felicidad.

Para rematar la venta del país estamos dejando que los grandes grupos económicos extranjeros compren terrenos, viviendas y medio país ya es suyo… pero eso lo dejo para otro día.

¡Qué será lo próximo que nos vendan del país!

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