La perversión de la tradición

Juan Fernández Rodríguez
04/10/2023
 Actualizado a 05/10/2023

Las tradicionales fiestas de San Froilán, una de las más populares y emblemáticas de León. Y sin duda alguna estas fiestas son el reflejo de una vivencia cultural de otro tiempo que forma parte del ser y sentir de todos los leoneses. Los carros, Cantaderas, pendones, gastronomía, deportes autóctonos, indumentaria, o el folklore, entre otros, son los elementos que constituyen el núcleo fundamental de la festividad del santo patrón de la diócesis, tanto en las actividades festivas de León capital como en la romería a la Basílica de Nuestra Señora del Camino, que como cada 5 de octubre peregrina para rendir culto a la Virgen y San Froilán.

Entre tanta fiesta y celebración, sin embargo, hay un elemento que a los que formamos parte activa se nos suele escapar, la tradición que gira en torno a las fiestas de San Froilán debe ser viva; pues no son un teatro o una recreación histórica de un acontecimiento del pasado. Claro que hoy en día el deporte por excelencia no es la lucha leonesa o los bolos, ni nadie unce los bueyes para trabajar el campo o transportarse. Pero la autenticidad de la fiesta como manifestación cultural del pueblo leonés debe seguir girando en torno a la conservación y difusión de nuestras tradiciones, de ahí su vitalidad. 

En este sentido, y es el motivo principal de este artículo, me gustaría que se hiciese un ejercicio de autocrítica especialmente en lo que atañe a los pendones concejiles y carros engalanados.

Los pendones son la representación más auténtica de la forma de vivir, organizarse y ser del mundo rural de la provincia. Por desgracia, la concentración y desfile de pendones (tanto en León como en la Virgen) se ha convertido más bien en una concentración de peñas o carnavalada que en una exhibición de lo que es portar un pendón y todo lo que significa y conlleva.

Ver a la gente que va con los pendones es ver cientos de camisetas de algodón y polos cada uno de un color y el nombre de un pueblo. Indumentaria tradicional chabacana, muchas ocasiones más asturiana, gallega o castellana que leonesa, por no hablar del todo vale. Si te vistes de regional, que por lo menos sea el traje de tu sexo, no la simple reducción al pantalón de traje negro, zapato, camisa blanca, chaleco, fajín rojo y sombrero a modo unisex que tanto se ve ahora. Porque la única vez que nuestros antepasados se vestían del sexo opuesto era para correr el carnaval, tome nota la Asociación de Pendones Reino de León. Pues en tantas fotografías antiguas más recientes vemos a los mozos llevar el pendón con la ropa de la época y bien vestidos de traje, sin hacer el indio ni disfrazarse. 

Sin hablar de los carros, donde parece que para mantener la tradición también tiene que valer todo. En este caso la indumentaria se tiende a respetar más, no mucho, gracias a los grupos de folklore. Hay carros que no es que no sean engalanados, es que no son ni carros. Y ponerle cuatro telares a un carro no es engalanarlo y menos esos de juguete tirados por ponis, categoría que debería desaparecer en mi humilde opinión, pues carece de cualquier sentido tradicional o histórico, aquí tome nota el Ayuntamiento. Y no entremos a hablar de los premios que se han dado este año, cuanto menos peculiares. Creo que se debería revisar a quien se pone de jurado, pues ya no es que no sepan de carros, sino que no tienen ni gusto. Y salta a la vista.

Cuando antiguamente se subía a la Virgen del Camino en romería a San Froilán, los que se podían permitir llevar carro o caballería, que no eran todos, lo hacían como medio de transporte, no como concurso. Pues en la explanada del Santuario, hoy Basílica, había mercado de ganado donde se trataba con las vacas, caballos y burros, ya fuese para el trueque, compra o venta. Y el carro se decoraba de forma mucho más sencilla, metiendo lo necesario para pasar las jornadas necesarias de viaje, así como los aperos o enseres que se pudieran llevar a arreglar o vender, y los que podías haber comprado ya a la vuelta. Todo bajo un tejado de arcos de chopo o palera con las pernillas del carro y mantas. Posteriormente se creó un concurso, solamente de ganado, a la mejor pareja de reses. Y no fue hasta los años 70, y ya en León, cuando se creó lo que hoy conocemos como el concurso de carros engalanados.

San Froilán es una fiesta magnífica, la fiesta de todo un pueblo. Conservemos las tradiciones que giran en torno a ella como agradecimiento al legado cultural del que, como leoneses, somos depositarios. Sin atajos y con rigor.

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