El espejo de los no muertos

Tutelar la inteligencia artificial generativa

Rubén G- Robles
08/11/2023
 Actualizado a 08/11/2023
Imagen de archivo del símbolo de la Inteligencia Artificial (IA) | L.N.C.
Imagen de archivo del símbolo de la Inteligencia Artificial (IA) | L.N.C.

Durante la víspera de todos los santos en la que algunos creen que el mundo de los vivos se comunica con el mundo de los muertos, en la que nos asomamos con cierta solemnidad al mundo de los espíritus y aprovechamos para mirar al muerto que todos llevamos dentro, yo pienso en la obra de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray. Pienso en que quizás O (como era conocido en la época) no hablara de un retrato, es posible que el autor irlandés hablara de un espejo, no obstante, la obra está recorrida de infinidad de quiasmos, figura estilística que dispone ideas consecutivas en orden inverso a modo de espejo. La publicó antes de ser encarcelado, fue uno de sus mayores éxitos y es por ella recordado.

Pienso entonces en la idea del espejo y en que todo parece haber adquirido una doble identidad, una doble naturaleza. Quien más y quien menos, todos poseemos  una identidad digital, cada vez con más peso en nuestras vidas y otra identidad real, una identidad de la que cada vez queremos saber menos. En la identidad digital podemos mirarnos sin nuestras fealdades, sin aquello que nos hace más humanos y únicos, sin nuestra deformidad de monstruos, sin nuestras miserias emocionales y sin nuestros miedos -contrariamente a lo que podríamos pensar, todas estas cosas nos convierten en seres únicos y extraordinarios-. Por otro lado, la identidad digital sería nuestro yo más teatral, el del personaje que representamos, el del yo que nos gustaría ser, con el permiso del Photoshop y con el consentimiento de Facebook.

Estamos haciendo crecer un mundo en el que a través de esa identidad digital nos exhibimos de manera ostentosa, porque nos permite aparecer más jóvenes, más altos, más guapos, más fantasmas -transparentes quiero decir-, más ligeros. Pienso en la doble identidad de todas las cosas, en la identidad digital y en la identidad real de cada persona, ambas diferenciadas, aún, pero a punto de ser un híbrido, otra cosa, a través de la neurotecnología. ¿Nos casaremos con un bot?, quizás, aún es pronto para decirlo y saberlo, pero cuando adquieran entidad jurídica e ingresos por sí mismos… creo que en una década lo veremos. Curan nuestra soledad, es verdad -la Cruz Roja desarrolla un proyecto en coordinación con Vodafone para aliviar mediante la autómata Alexa la soledad no deseada-, pero a pesar del autómata no dejamos de estar solos en medio del universo, es un espejismo su acompañamiento.

Pienso también en esta noche de los muertos en la identidad de la democracia y acude a mi cabeza la idea de la doble identidad y del espejo, de lo que uno se imagina  debería ser, su ideal, la democracia con Photoshop, su imagen en Instagram o Facebook y su imagen real, su verdadero rostro. Pienso en cómo podría producirse el encuentro entre la democracia real, deforme, imperfecta y la que imaginamos llena de buenos deseos (articulado de la Constitución) y un quiero y no puedo. Y pienso en ello para que pueda tener continuidad según el consejo de los profesores de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, que en su libro Cómo mueren las democracias señalan dos acciones a llevar a cabo, dos acciones que garantizarían su continuidad  y que llaman la atención por su sencillez: la tolerancia mutua y la contención institucional.

Pero, afortunadamente, no toda la política se llena de días nefastos, algunas de nuestras representantes políticas son brillantes, están enormemente cualificadas y muy dotadas de genio. Y así lo han demostrado en La declaración de León referida a la neurotecnología y a los dos principios que deben regir el desarrollo de esta disciplina -que ya se aplicaba en las resonancias magnéticas, en la electroencefalografía y en la estimulación magnética transcraneal- y que son: la capacitación de los individuos y la protección de los derechos de las personas (adelantada otra vez la declaración de León a la de Bletchey, en Reino Unido, que pretende fomentar la confianza en los sistemas de IAAI y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales). Sin embargo y volviendo a la idea del espejo, la neurotecnología, probablemente, en las manos e intenciones equivocadas, vaya dirigida a discapacitarnos y no a construir o proteger derechos y sí al dominio del ser humano a través del bombeo de las ideas de nuestros cerebros. Recordemos el extraordinario viaje que realiza Juan Antonio Marina al cerebro humano en su obra  Biografía de la Humanidad. Nuestro cerebro está hecho del neocórtex, su epidermis, madre de los insignes valores, de los ideales, de las leyes protectoras, de la trascendencia y de los derechos, pero también territorio que alberga  el bulbo raquídeo, la raíz antigua y  reptiliana, causa de las atrocidades y de la violencia.

Y las dudas y los miedos sobre cómo se habrá de utilizar la IAAI y la neurotecnología capacitante y protectora, me vienen cuando leo con asombro la noticia de cómo Elon, nuestro Elon de toda la vida, puso a disposición de Ucrania desde las primeras horas, los satélites de su empresa para que pudiera haber una guerra y que Estados Unidos desgastara a Rusia, principal aliado de China, a quien observa como su próximo rival en una próxima gran guerra. Nuestro Elon de toda la vida puso sus satélites al servicio de Ucrania después del ataque ruso a su ciberecosistema y sin embargo, no dudó a posteriori en apagarlos cuando Ucrania tuvo oportunidad de asestar un duro golpe en Crimea. Porque a Estados Unidos no le interesa una Blietzkrieg sino una guerra de desgaste en la que arda Europa y en la que China pierda a un aliado como Rusia. Por eso la entrega de armamento ha sido tan  gradual, tan progresiva y tan lenta. La idea no era tanto desgastar a Rusia per se, como desgastar al actor global que desea ser Europa -reconstruyendo un maltrecho orden mundial (¡pobre Borrell mano a mano con Guterres!)- y desgastando al Vladimir que sería el aliado natural de China. Y digo yo que un hombre como nuestro Elon de toda la vida, que es capaz de decidir en las guerras y que puede decir a su aire en X lo que sin duda no piensa (su diarrea mental es tan grande como su verborrea), un hombre con esas capacidades para decidir si hay o no una guerra, no es que sea una amenaza, sino que hemos admitido la amenaza como diseñadora del sistema, pues es él quien regula, quien marca la línea, quien marca la estrategia.

Es por ello que la brillante Declaración de León sobre la Neurotecnología Europea, un enfoque centrado en la persona y basado en los derechos humanos de hace unos días, es brillante, señora ministra, pero se queda ya pequeña -veremos la EU AI Act que se publicará en unas semanas-. Estados Unidos ya ha creado organismos y su deseo es regular, tutelar, no sólo la neurotecnología sino la inteligencia artificial. Porque el viejo Joe es consciente de que algunas plataformas de contenido (del superadolescente Mark), a sabiendas de que dañaban el cerebro de los jóvenes, no dudaban en utilizar estrategias para mantenerlos enganchados, conociendo el daño que producían en sus pequeñas cabezas. Es por eso que sigo pensando que más que un retrato de Dorian Gray, el reflejo era un espejo en el que el aristócrata se veía joven, elegante y de buenas maneras, cuando en realidad su identidad era la de un crápula, un Drácula, un sinvergüenza.

Sí, estoy con usted, señora ministra, perdóneme la familiaridad, la veo protectora  y llena de benevolencia en sus deseos de capacitar y proteger la vida, en lugar de discapacitarla y dominarla a sabiendas. Y ahora hago comparanza. Leo hace unos días con esperanza cómo una empleada de Facebook, Frances Haugen, se enfrentó al gigante del superadolescente Mark Zuckerberg con la piedra filosofal, denunciando el daño a sabiendas de los contenidos de Facebook. Y denunciaba al superadolescente de Meta para a continuación ofrecerse como su asesora porque está solo, dice Frances y sin saber el rumbo que tomar. Y es que a estos superadolescentes, Elon, Mark, los hackers de las criptomonedas -que de tan crípticas hasta pierden las contraseñas- con más poder del que pueden gestionar, incapaces de resistirse a la tentación de dominar a la especie humana, necesitan estar tutelados por la humanidad entera, porque somos, recuerden, a través de las migas de las cookies, de los rastreos de actividad, de las nubes de datos y de las casillas de consentimiento -que nunca nos leemos-, madres de esa inteligencia. No olviden nunca al utilizarla, que esa inteligencia, aunque nos asuste, aunque sea de apariencia monstruosa, es la nuestra. No se asusten tampoco, señoras ministras al reclamar la maternidad de esa inteligencia y no tengan miedo tampoco en pedir tutelarla, gobernarla, porque gobernar la Inteligencia Artificial no es restringir su actividad, sino obtener capacidades para que siga siendo una Inteligencia Humana para que pueda ser más materna, más generativa, generadora de bienestar y vida, en definitiva, más nuestra. 

Déjenme decirles de nuevo, por favor, a modo de despedida,  que hemos  amamantado la IAAI a través de la casilla de consentimiento, de los cookies, del rastreo de actividad, de las nubes y de los centros de almacenamiento de datos. Lógico es que ella contribuya a nuestro bienestar como forma de pago a nuestra propiedad intelectual. No nos asombremos, en el espejo veremos al hombre elegante, joven, capacitado para todo, con posibilidades infinitas gracias a la tecnología, pero en realidad somos otra cosa que necesita vigilancia, acompañamiento, normas, leyes, en una palabra, tutela. Dorian Gray era un monstruo asustado por su propia deformidad, como quizás vivan el niño Zuckerberg o el superadolescente Musk. Elon y Mark quizás no sepan hacia dónde dirigirla o sí, pero eso no nos debe asustar. Debemos, a la Inteligencia Artificial, dirigirla y a la Inteligencia Humana, protegerla. Porque es ahí donde aparece el primer gesto de humanidad que ha descubierto la arqueología y que nos ha costado tanto tiempo entender, un hueso roto que alguien cura, porque para ser humanidad necesitábamos ese acto de conocimiento y benevolencia. Hacen falta a la humanidad  ideas y manos de fémina, su capacidad para el cuidado del otro, su previsión, su tutela -protegieron en vasijas las primeras semillas de la agricultura-. No es extraño en la historia de la humanidad venerar a la figura femenina. Porque, quizás, la salvación de la humanidad, su continuidad (una y otra vez, sin dejarse ver, en la epidermis, en el neocórtex, en el borde más externo y delicado de la vida, en el hueso roto que se cura), ha estado en manos de ellas.

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