Aún estamos a tiempo

Omar Rodríguez Bulnes
20/04/2023
 Actualizado a 20/04/2023
A lo largo de mi vida profesional me ha tocado cruzar muchas fronteras, y la última ha sido la semana pasada, por motivos laborales. Me tuve que desplazar a Bilbao por un par de días, a la vuelta, y dejándome guiar por el GPS, quise volver a casa atravesando el puerto de San Glorio.

Mi punto de partida en este viaje introspectivo, fue el País Vasco, una comunidad llena de oportunidades, famosa por su apego y amor al mundo rural, y a sus tradiciones, una comunidad que ha sabido trenzar su desarrollo industrial con la conservación de su esencia y cultura rural.

Tras el largo camino y la buena comida que había degustado en Bilbao, se me hizo necesario una parada en Potes para estirar las piernas y tomar un café. Qué gusto que me dio ver un pueblo vivo, bullicioso, con multitud de negocios abiertos de toda índole y variedad, en un día laborable, lleno de gente disfrutando del sol, la naturaleza y la buena gastronomía que ofrece Potes.

Al terminar el café y mi rato en la terraza del bar para observar aquel bonito espectáculo, continué mi camino para León. Qué cambio tan grande me encontré nada más pasar el alto del puerto de San Glorio. Poco a poco la carretera se deterioraba y se estrechaba, cada vez eran menos los vehículos con los que me cruzaba, hasta ya desaparecer.

En esos kilómetros de soledad, me dediqué a pensar qué estábamos haciendo mal, hasta que en un recodo de la carretera, se me presentó una pequeña pista de lo que nos estaba pasando. La montaña y los vecinos del Valle de la Reina, llevan años luchando por tener una estación de esquí que les dé vida y actividad económica. En ese recodo estaba abandonada la máquina que habían proyectado para subir a los esquiadores e intentar que ese esfuerzo, terminara en una estación de esquí. Abandonada y oxidada en una cuneta, se mostraba como una de las explicaciones de por qué estamos como estamos, tras años de trabas y zancadillas, la gente ha ido abandonando la idea y con ella a sus pueblos.

Tras atravesar el Valle de la Reina, me encaminé hacia el norte, sin poder evitar pensar en la suerte que tiene Valdeón de tener una famosísima ruta que termina, por narices, en Asturias, de lo contrario, ya estaría prohibida esa ruta, alegando que es zona de puesta de huevos de la cabra hispánica somalí.

Mi viaje culminó llegando a Maraña, para encontrarme la plaza del pueblo vacía de coches y gente.

Quizás se pregunten cuál fué mi conclusión, al entrar en esta comunidad autónoma en la que nadie cree, ni quiere, en este parque regional sin nombre y sin ley, en esta provincia devastada por la despoblación.

Yo, como alcalde, asumo mi parte de culpa, asumo que esto sólo puede ir a peor mientras desde Valladolid se decida lo que podemos o no podemos hacer en nuestros pueblos, mientras el mundo rural siga sometido a la dictadura de lo urbano.

Aún estamos a tiempo de salvar nuestra cultura y nuestro patrimonio natural, debemos entender que hay maneras de salvaguardar nuestra ecología, y que no sólo consisten en abandonar nuestro campo.

La gente en el mundo rural hace muchas acciones necesarias para todos. Cuando no estemos, ya se ocuparán de que nuestro nicho lo ocupen empresas privadas, ya sea con mangueras, para enfrentarse a los fuegos que se producirán por el abandono de los bosques,o con escopetas para hacer controles poblacionales. Todo esto previo pago de nuestros impuestos. La montaña dejará de producir para pasar a ser un gasto.

Sin embargo, todavía permanecen pequeños destellos de esperanza, todos los tiranos de la historia, por muy malvados y poderosos que hayan sido, siempre han topado con gente que se les ha opuesto, y yo confío en mi gente de la montaña para ello.

Omar Rodríguez Bulnes es alcalde de Maraña

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