Abuelos invisibles

Rosa Riber Yerbes
14/01/2023
 Actualizado a 14/01/2023
Han pasado tres años y ocho meses desde que falleció mi hijo y desde que en ese mismo momento desaparecimos de la vida de nuestra querida nieta, o más bien, nos hicieron desaparecer.

Desde ese instante interpusimos una demanda en los juzgados, solicitando un régimen de visitas. Tras un larguísimo proceso con pandemia, infinitos recursos y un sinfín de problemas varios, por parte de la madre de nuestra niña, conseguimos una sentencia hace ya más de año y medio.

Desde entonces la madre de nuestra nieta incumple de manera sistemática con dicha sentencia, impidiéndonos ver a la niña, actuando de la misma forma desde el mismo día que nuestra pequeña perdió a su papá y su madre decidió que tiene el derecho de hacer con su hija lo que le dé la gana. Privándole así del amor y el contacto con su familia paterna, a la que ella quería con locura y con la que ha compartido 5 años de su vida en los que fue una niña feliz, rodeada de amor y protección.

Desde entonces no hemos podido volver a abrazarla, besarla, hablar con ella por teléfono, darle un regalo por Navidad, ni siquiera felicitarla en su cumpleaños.

No ha vuelto a saber absolutamente nada de nosotros... hemos desaparecido de su vida de un plumazo, ¡sin más!

¿Y qué hace la Justicia por la niña y por nosotros? ¿Quién cuida del bienestar y desarrollo emocional de una niña que tenía 5 años y que un día se levanta y se encuentra con que su papá ya no está y tampoco el resto de las personas con las que compartía su vida?

Una niña que es arrancada de sus raíces, de su entorno, de su colegio, de sus amigos, de su ciudad, de sus seres queridos… ¡de todo! y es llevada a vivir a Bruselas sólo con la intención de apartarla de nosotros, de alejarla de todo, de intentar borrar sus recuerdos, en definitiva, su vida hasta ese momento.

Esto es un sinsentido. Todos estos procesos son civiles y no hay castigo para las personas, hombres y mujeres… padres y madres que actúan así, utilizando a los niños en sus guerras personales, destrozándoles la vida y causándoles un daño en muchos casos irreversible....

Qué paradoja, ¿no?

Uno acude a la Justicia, esperando conseguir esto ‘justicia’ y cuando te das cuenta, ves que para la misma, los niños y los abuelos somos invisibles y que su madre posee la guarda y custodia y patria potestad, algo que le da el ‘poder’ más que sobrado para hacer todo tipo de crueldades de manera legal. ¿Pero qué clase de justicia de mierda es ésta?

Las sentencias no tienen consecuencias, ¡y así nos va!

El problema es que estos seres crueles y deleznables, hombres y mujeres, padres y madres, lo saben. Por eso campan a sus anchas utilizando a los niños, a los ‘ex’ y a los abuelos en sus guerras irracionales, sin que les pase nada, sintiéndose poderosos e intocables.

Quiero dar voz a estos problemas que sufrimos abuelos que somos invisibles ante la ley. Problemas que son muy frecuentes, cada día más en nuestra sociedad y que todos, justicia y sociedad, ignoran mirando hacia otro lado. Me pregunto qué harían los jueces y juezas, los políticos y políticas si sufrieran en su pellejo una situación tan larga, desgastadora y cruel como la nuestra.

Me pregunto qué harían los jueces y juezas, los políticos y políticas si uno de sus hijos, de género masculino, hubiera tenido que sufrir una violencia psicológica y vicaria como tuvo que sufrir mi hijo, para acabar siendo denunciado por ‘violencia de género’ un mes antes de fallecer. Eso le ha privado del derecho a defenderse, a limpiar esa mancha de una denuncia falsa que queda justificada y solapada con un sobreseimiento.

En este caso la madre de nuestra nieta también se ha ido de rositas. Qué pena y qué indefensión tan grande sentimos al ver que la justicia no nos protege. Pero lo peor de todo, es el sufrimiento que nos causa saber que nuestra pequeña tenga que sufrir serias secuelas tras conceder el poder absoluto a su madre, a la que se le permite todo y que ha hecho y sigue haciendo con ella lo que se le antoja, robándole su infancia, su bienestar emocional, actuando como un ser negligente e irresponsable, y privando a su hija de ese equilibrado desarrollo tan necesario para cualquier niño o niña.

¡Esto es una locura, una sinrazón que no tiene ni pies ni cabeza!

La sociedad y sus problemas cotidianos van muy por delante de las leyes, ilógicas, obsoletas y sin ningún sentido, y esto habrá que cambiarlo.

Por mi hijo, quien sufrió un calvario tras la separación de la madre de su niña y por ella, nuestra niña, que está sufriendo otro calvario, quiero y debo alzar la voz y decir que nos sentimos solos y abandonados por la justicia, que no cuida ni a los menores ni a los abuelos.

Nos sentimos invisibles con tanta hipocresía y pasividad.

¿De qué y para qué sirven las sentencias, si cuando se incumplen no hay consecuencias? ¿Cómo es posible que una mujer que se llama «madre» pueda hacer con su hija lo que está haciendo? ¿Cómo permite la justicia algo así, sin mover un dedo, permitiendo que esto vaya a más y privando a una menor de todos sus derechos?

De un derecho que la propia justicia le ha otorgado a ella y a nosotros, sus abuelos. ¿De qué sirven y para qué sirven las sentencias entonces?

Y que este sea uno de los tres pilares que sostienen un estado democrático, es cuanto menos digno de denunciar!

Hace ya 3 años y 8 meses que nuestra adorada nieta se quedó huérfana de padre, huérfana de familia paterna, huérfana de derechos. En definitiva, huérfana de su propia vida , ¡y nosotros con ella!

Todo esto escapa a toda lógica y a la razón de cualquiera que entienda del amor hacia los hijos y los nietos.

Nos sentimos maltratados en todos los sentidos. Maltratados y estafados por uno de los poderes pilares del estado que lejos de cumplir con su cometido, nos ignora y no nos ve, porque ni siquiera nos mira.
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