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El sillón de la Moncloa

10/03/2024
 Actualizado a 10/03/2024
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Ya está. Costó, pero la chapuza de Sánchez cobró cuerpo y se hizo carne. A partir de ahora todo el mundo es bueno. O casi. Que a efectos prácticos es igual. Los catalanes desafectos con España –que son bastantes menos de lo que pueda parecer– le han pintado la cara a un presidente del Gobierno, para quien la palabra vergüenza no figura en su diccionario. Ni el término mentira, que en su repertorio léxico es sinónimo de cambio de opinión. Todo un sindiós encapsulado en una misma persona, que cuando se vaya para casa –algún día se producirá tan feliz acontecimiento–, habrá dejado al PSOE como un erial. O peor aún. Como un trabajo de Pepe Gotera y Otilio. El problema es que a pesar de haberse cubierto las espaldas con los siete votos de Puigdemont y sus coadjutores laicos, el caso Koldo se le presenta como un cartucho de dinamita con la mecha encendida. Acabará explotando. Y al margen de responsabilidades judiciales, que ya se verá, las políticas le llevarán, primero, al atolladero, y, después, al desolladero. Las flores en el culo –que es el caso de Sánchez– acaban por marchitarse y a la basura con ellas.

Los socialistas de orden –que los hay y no son pocos– llevan tiempo fustigándose la conciencia con toda esta serie de despropósitos. El dilema es saber cuándo piensan armar una revolución en el partido que, como una radial a punto, corte por lo sano. Faltan tres meses para las elecciones europeas y el crédito del Partido Socialista está por los suelos. Y, cual diría el intérprete de ‘Hey’, señalando con el dedo índice, lo saben. Aun así, no se descarta la aparición del famoso Tezanos para hacer creer lo contrario, mediante unas encuestas deleznables. 

Si todo esto es la progresía andante y reinante, quiere ello decir que España está en manos de truhanes sin escrúpulos. De personajillos, que además de no saber hacer una o con un canuto, se asemejan al maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela. Pues lo mismo, pero elevado a la enésima potencia. La pérdida de crédito del PSOE es absoluta. 

La síntesis de esta marabunta política vuelve siempre al punto de partida. Ni convivencia y paz social, ni leches en vinagre. Si el ‘icono’ del Palacio de la Moncloa no se hubiera visto con el agua al cuello para seguir clavado al sillón, hubiera mantenido el discurso de la inconstitucionalidad de una amnistía, que Puigdemont era un prófugo de la Justicia y bla, bla, bla. Al fin y al cabo era lo que asimismo decía y repetía la troupe gubernamental y otros ‘destacados’ socialistas, quienes, al unísono, cambiaron de opinión y postura, superadas las elecciones generales del pasado julio. Que un presidente del Gobierno haya consentido, que por siete votos se le deslizaran los pantalones hasta las corvas lo dice todo. Y más.

 

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