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Será por perros...

29/04/2024
 Actualizado a 29/04/2024
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Paseando a tres perritos por Boñar, una mañana de abril, camino del Soto, va el cronista recordando las aventuras de la protagonista de la novela ‘Palabras para Olivia’, de Nativel Preciado, cuando una montañesa recia y aguerrida se inclina a acariciarlos mientras musita con retranca leonesa: ¿Será por perros? 

Cualquiera que no sea de aquí, y menos si se trata de un extranjero que haya venido a hacer un ‘master’ de español, no será capaz de discernir si está a favor o en contra de lo que algunos ‘novatores’ de ahora llaman «mascotas» a pesar de que se distinguen perfectamente de los gatos, las liebres y los conejos, y se puede ver perfectamente que son perros, aunque sean de razas pequeñas, y no mastines, ni pastores alemanes, ni ‘bulldozers’...

Lo mismo que le pasó al cronista al presentarse el día 23, a las once en punto, en el patio de Los Guzmanes, pensando: Este año, por primera vez, voy a estar presente en la inauguración de la feria del libro, y así celebro, también por primera vez, que va a aparecer uno nuevo mío de poesía (esa rara avis que no lee nadie, pero que gusta mucho).

Pero, no. No había más que ‘puestos’ de libros, todos agolpados, que ni pasar se podía, y nadie hablando de nada. Ni música, ni siquiera altavoces transmitiendo el discurso de Luis Mateo Díez, que lo estaba leyendo delante de los mismos reyes, todo embutido él en un traje inimaginable en él sino fuere en ocasión tan firme como es la de recibir el mayor galardón de las letras españolas, el Cervantes, por su obra tan genial que todo el mundo ha tenido que rendirse ante tal valía.

Menos mal que, fuera, en la placita, delante de la Casa Botines de Gaudí, unos entusiastas celebraban el día de San Jorge, el dragón emblema del genial arquitecto, con un discurso de Peridis, y leyendo en alto la afamada ‘Leyenda dorada’ de Santiago de la Vorágine, un texto que muy bien pudiera haber escrito nuestro genial amigo Mateo, compañero juvenil de fatigas en Calaraboya por aquellos años no tan tristes del aprendizaje y los desplantes de las chicas.

Pero llegaban voces que advertían que delante de San Marcos, donde la Junta de Castilla y León había montado sus reales paar celebrar el Día de la Comunidad, los leonesistas estaban montando el cirio. Y el cronista se acercó a las estatua sedente de quien dicen ser Gaudí, pero que otros tienen por un escritor asturiano insigne, y la susurró al oído: ¿Será por días? ¿No hubiera sido mejor el de ‘los decreta’ mismo?

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