Secundino Llorente

De las Semanas Blancas a ‘Un día en la nieve’

28/03/2024
 Actualizado a 28/03/2024
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La Semana Blanca es una semana no lectiva docente dentro del calendario escolar de enseñanzas no universitarias. Consiste en una actividad deportiva en la que la clave es la nieve. Tiene como principal objetivo, fomentar el deporte blanco entre los escolares y acercar la montaña y el medio natural a todos nuestros jóvenes. La práctica deportiva en un ambiente distinto del habitual, la convivencia con los compañeros en la nieve y el contacto intenso con la naturaleza, son instrumentos educativos de gran valor para la formación de nuestros alumnos. La Semana Blanca es un sueño hecho realidad para cualquier alumno. Decidme si puede haber mejor opción para un niño que coger los esquís y resbalar sobre la nieve por la ladera de la pista, disfrutando con sus amigos.

Confieso que yo fui un afortunado que llegó ‘en el momento oportuno’ a este invento del esquí. También confieso que he dedicado mucho tiempo en mi vida a realizar deporte y me han gustado casi todos, especialmente el baloncesto hasta los veintidós años, el tenis hasta mi jubilación, y ahora mi ejercicio predilecto es la bicicleta. Pero el mejor, con mucha diferencia de todos los demás, ha sido el esquí. Nunca fui buen esquiador y mis amigos se mofaban de mi estilo, pero he recorrido muchos miles de kilómetros de pistas y montañas nevadas a gran velocidad y, gracias a Dios, sin una sola lesión. Es, sin lugar a duda, el deporte más completo que yo he conocido. Hasta los veinticinco años ni siquiera lo conocía. En los años ochenta estaba dando clase en Tarragona. Un día, en el mes de enero, llegó una carta del Departamento de Educación de la Generalitat de Cataluña a todos los centros escolares pidiendo a los alumnos participar en una semana de esquí en Baqueira Beret, con todos los gastos gratis: desplazamientos, hoteles, comidas, material, remontes, monitores… Eran tres turnos, en tres semanas, de domingo a domingo, en el mes de febrero. Me apunté, por supuesto. En nuestro instituto llenamos las tres semanas con un autobús en cada turno. Junto con los alumnos de BUP y con buenos monitores, yo aprendí a ponerme las botas y los esquís y a no caerme en las pistas. En tres semanas le fui cogiendo gustillo a la nieve. Se convirtió para mí en una droga. Es cierto que los alumnos lo pasaban como enanos, pero yo también disfruté tanto como ellos. Ese programa gratuito de la Generalitat se alargó otros dos años más, otros dos meses de febrero que pase con mis alumnos en las pistas de la mejor estación de España en aquel momento en el que este deporte estaba empezando. Al cuarto año, cuando ya nos habían metido el gusanillo a todos en el cuerpo, se cerró el grifo y, el que quisiera seguir, tenía que ir pagando, como es lógico. El negocio había sido redondo porque a partir de ahí los padres cogían a los niños todos los fines de semana para seguir esquiando en Baqueira. Me he pasado los inviernos recorriendo pistas de esquí los puentes y fines de semana. Me encantaba recorrer cada día los más de cien kilómetros de pistas en Baqueira de la que conocíamos todas las esquinas. Baqueira Beret era como nuestra casa. Lo teníamos muy fácil con Jaime, nuestro capo-conseguidor en el Valle de Arán, que lo controlaba y nos conseguía todo. Recorrimos muchas pistas del Pirineo catalán, aragonés y andorrano.

Las Semanas Blancas no son aceptadas del mismo modo en unas comunidades y en otras. Tampoco tienen la misma aprobación en los colegios públicos y en los colegios privados. En el año noventa vine a trabajar a León a un centro público y pensaba continuar organizando las semanas blancas. Lo logré durante dos cursos aprovechando las fiestas de carnaval y alargando un poco más el fin de semana, pero aquello ya no era igual porque en esta comunidad no estaban por esa labor. Presenté un proyecto a inspección y la respuesta fue negativa, por razones económicas y académicas. No todos los padres podrían permitirse el lujo de llevar a sus hijos a la nieve y no todos los alumnos pueden permitirse perder una semana de clase, por lo que había que buscar otras posibilidades para seguir con el deporte de la nieve en León.

La estación de San Isidro comenzaba a levantar el vuelo. La Diputación provincial promocionaba, y lo sigue haciendo, ‘Un día en la nieve’ para los alumnos de la ESO. Un cupo de cien alumnos. Durante 25 años, del 1992 al 2017, aproveché esta oportunidad para llevar a 2.500 alumnos leoneses a iniciarse en el esquí. Les salía muy barato porque sólo pagaban el autobús y los monitores. La Diputación subvencionaba botas, esquís y remontes. El programa es excelente. Yo he visto a muchos niños ponerse por primera vez los esquís a las 10 de la mañana, con la ayuda de los monitores, en la pista de debutantes de Requejines y bajar a las 16 horas por Cebolledo. A los 12 años se hacen maravillas. 

Recuerdo muy bien estos viajes. Normalmente iban muy nerviosos en el autobús. Por la tarde bajaban hacia León quemados por el sol y muertos de cansancio, pero felices porque habían conseguido iniciarse en el esquí para toda la vida. Seguro que aquellos alumnos nunca se olvidarán de este día en la nieve. Esa era la mejor clase del año en esfuerzo, sacrificio y en contacto con la naturaleza. Para los profesores acompañantes no era un viaje placentero por los riesgos que corríamos, pero merecía la pena el sacrificio por la felicidad de aquellos niños. 

Por supuesto que eran mejores las Semanas Blancas de los Pirineos, pero, al menos, no lo perdíamos todo con un día en la nieve para que se iniciasen en ese deporte y para que empiecen a castigar a sus padres pidiendo unos esquís a los Reyes Magos y rogándoles que los suban a San Isidro los domingos soleados de enero y febrero.

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