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Se vende casa en Vidanes

12/03/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Con cada columna practico el exigente arte de juntar letras, recordando personajes, escenas y paisajes. Ésta que leen hoy la tenía pendiente y ahora entenderán el porqué de su publicitario título. Después de intentarlo en varias ‘webs’ enfocadas a la compra, venta y alquiler de inmuebles, mi familia materna ha decidido probar en la clásica sección de anuncios que todavía imprimen periódicos como éste. Los apenas ciento cuarenta caracteres que verán en la edición en papel de La Nueva Crónica seguro que contienen más información útil que esta tribuna de opinión. ‘Se vende casa en Vidanes’, un pueblo de apenas cien habitantes, situado entre Sorriba y Villapadierna, a cuatro kilómetros de Cisterna y que según la Wikipedia marca «el límite entre la montaña y la meseta leonesas». La vivienda de dos alturas fue diseñada por los arquitectos José Álvarez Guerra, columnista en esta cabecera, y Luis Diego Polo, efímero alcalde de León en los convulsos años ochenta. La finca se ubica en el centro de la ilustre villa, a escasos metros de la iglesia. La reconocerán por su verja negra si van dirección Arriondas a través de la carretera nacional N-625, esa que une Mansilla de las Mulas con la bella localidad asturiana. Pocos detalles más puedo aportar: sendos patios, gran escalera, tres habitaciones, dos baños, cocina, salón, balcones cubiertos en ambas fachadas, amplio local y parcela anexa. Este fue el retiro para el que tanto ahorraron mis abuelos, Serapio Estrada y Rosario Turienzo. A ella la recuerdo siempre con mandil, tendiendo la ropa en la pradera, preparando los mejores platos que jamás he probado o despidiendo a sus nietos cada domingo con lágrimas en los ojos. Él era más rudo, se refugiaba en el cuarto de calderas, dormía la siesta en un banco de madera y salía en soledad hacia las huertas, más preocupado por ver cada mojón en su sitio que por los frutos que diera la tierra. Remontar el canal con Peñacorada al fondo, recorrer la otra ribera del Esla desde Modino hasta la presa, visitar todas las ermitas de la zona, adentrarse entre pinares, oler la senda del jabalí o simplemente colarnos en la cuadra de Agustín, recoger balones perdidos de la huerta de Oliva o calentarnos en el fuego de Amador. En Vidanes, otro territorio de mi infancia, también fui un tipo feliz. Ya que Raúl, David y Mencía, bisnietos y continuadores de mi saga, no conocerán aquella casa espero que al menos el escaso beneficio de su venta sirva para hacer más llevaderos los gastos de su futura universidad. Estoy seguro que a Rosario le hubiera parecido una muy buena idea.
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