‘Saudade’ compartida

23/04/2024
 Actualizado a 23/04/2024
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No hay quien frene la nostalgia de la tierra propia. Es como si hubiera un hilo rojo que prolongara nuestros pies por debajo del subsuelo. Más allá, mucho más lejos…y nos conectara a esa cuna que nos mece apacible, siempre que nos pega un bofetón de desnorte la vida. Hacerte donde naces imprime un sello de identidad que deja ciegos a los que cogen la maleta. Irse y quedarse va en el mismo equipaje. Prima el viaje, sí, pero a sabiendas de que hay una vuelta. Siempre el marcharse se complementa con el volver o el movimiento se hace secuestro estéril, frío. Galicia se abrió al mundo en los sesenta. Alemania, Argentina, Suiza, Barcelona, más cerca, y el Bierzo del dorado carbón fueron territorios conquistados para los que necesitaban crecer en otros árboles. Y, desde la lejanía,  se inventaron ese término gallego de saudade sin traducción.

Es nostalgia sumada al pálpito y la pena. Es un recuerdo apacible y duro de la casa, un despertar al sentimiento materno…No hay palabras que digan tanto en la soledad de las letras. Pero los gallegos supieron sonreírle a la saudade como nadie. Dibujaron centros gallegos por todo el mundo. Eran sus bares, sus consultorios médicos, sus rincones de confesión y amistad, incluso sus iglesias. En uno de ellos Mati y Pepe se juraron amor eterno. Y lo cumplieron. En uno de ellos, Joaquina y Manolo siguieron siendo los de A Rúa, y contagiaron su apellido a otros bercianos a los que invitaron a esa casa, que era su casa fuera de casa. Hoy esos centros son más testimoniales que necesarios, pero a veces encienden una luz común que les hace recuperar su sentido primario. Ponferrada fue vela de esa llama que soplaron más de 300 gallegos de Castilla y León.

Todos se unieron en el Día de Galicia para compartir el sonido de la gaita y un pulpo á feira en la frontera de una comarca declarada quinta provincia. Y se fundieron las raíces en una xuntanza única, cosiendo ese hilo que va más allá, más lejos…tanto tanto, que vuelve y nos hilvana por dentro, a gallegos y bercianos, y nos confunde entre nosotros sin que nos importe, porque sabemos de esas saudades, que compartimos en el mismo abrazo.

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