04/05/2024
 Actualizado a 04/05/2024
Guardar

Acabamos de celebrar la fiesta de San José Obrero, que en el calendario laico se conoce como Día Internacional de los Trabajadores o, sencillamente, Primero de Mayo.

Fue el papa Pío XII el que en 1955 instituyó la festividad y quiso que San José fuese el patrono de los trabajadores. Creo, sin embargo, que la advocación no es exacta, porque como todo el mundo sabe San José no fue obrero, sino, por el contrario, un sufrido autónomo.

Los judíos habían dejado de ser obreros muchos siglos antes, cuando Moisés, que debería ser el patrón de los líderes sindicales, les libero de la penosa carga de trabajar para el Faraón. El que por entonces regía los destinos del Imperio Egipcio tenía, como nuestro alcalde, la manía de no dejar ni un momento de hacer obras públicas, y para ello se servía de la mano de obra judía, que estaba sujeta a un Estatuto de los Trabajadores de dudosa constitucionalidad, particularmente en lo que se refiere a los capítulos de la esclavitud y el látigo. Por ello Moisés, tras un violento piquete capitaneado por el Ángel Exterminador, consiguió sacarles de la obra y conducirlos hasta la tierra prometida, donde, escarmentados, se decantaron por los negocios, especialmente por la banca, la joyería, los medios de comunicación y los estudios de Hollywood, desde donde se dedican a hacer la pascua (nunca mejor dicho) al pobre Mel Gibson.

San José, dada su condición de santo, no podía dedicarse a ninguna de esas tareas, así que se dio de alta en el Reta como autónomo de la carpintería, asumiendo sobre sus espaldas todas las dolorosas cargas que conlleva; a saber, la terrible presión fiscal ejercida por el César, la burocracia imperial, que le obligó a ir a empadronarse en una oficina que le pillaba muy a desmano, y el no poder permitirse empleados, ni más ayuda que la de su divino Hijo, como viene sucediendo hasta hoy en numerosas familias de padres autónomos.

En cuanto a los horarios que hacía y la ausencia de descansos propia del sector, podemos imaginarlos a la luz del testimonio de Jesús, que como buen hijo de autónomo defendió la licitud de trabajar los sábados, lo que le hizo ganarse no pocas enemistades.

Lo más leído