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San Froilán, la morcilla y fray Curro

20/10/2023
 Actualizado a 20/10/2023
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Hace poquito fue San Froilán, día de fiesta y romería, que aprovechan miles de leoneses y de asturianos, vecinos a los que no vamos a olvidar, para acudir a la Virgen del Camino a festejarlo.

Desde que era pequeño, y de esto hace muchos, muchos años, recuerdo la explanada de la vieja ermita repleta de puestos y rellena de gente de aquí y de allá, porque los asturianos venían, y vienen, tal cual fuera de ellos mismos sin duda movidos por la fe, pero también, para ponerse ciegos de lo que siempre fue la tradición: la morcilla, el pulpo y las avellanas, estas últimas también definidas como ‘perdones’, que se llevaban a su casa.

Mas los carros engalanados, los pendones y el jolgorio que siempre hay en estos encuentros.

Me recuerdo de la mano de mis padres ante unos enormes calderos de mondongo (al menos así me lo parecían entonces desde mi metro escaso de estatura) de esa morcilla leonesa, químicamente pura y sin mistificaciones. Nada de arroz, ni anises ni nueces. Nada, solo morcilla. Picante, claro, para que el vino que siempre se llamó clarete y no ‘rosado’ por imposición francesa, corriera abundante… y festivo.

Todo ello en torno y dentro, de la basílica de La Virgen del Camino.

Y aquí entra fray Curro, sacerdote dominico y arquitecto autor del proyecto de la Basílica, circunstancia seguramente conocida por muy pocos.

Reconozco que es raro, o quizás más bien poco habitual, encontrarse con un sacerdote arquitecto, pero no es éste el único caso. En mi curso, durante los estudios en la ETS de Arquitectura de Madríd había dos alumnos que, sistemáticamente, asistían de uniforme a las clases. Uno era el que llamábamos Brigada Pérez, Jose María Pérez ‘Peridis’, el del románico y las caricaturas, que estaba haciendo el servicio militar en el Escuadrón del Ministerio del Aire y lo hacía de ‘sorchi’, y el ‘cura Calvete’, sacerdote que lo hacía con su hábito completo pues, como él comentaba, llegaba directamente de decir misa.

Pero volviendo a Fray Curro, Fray Francisco Coello de Portugal Acuña (q.e.p.d.) se enfrentó a su primer encargo profesional, pues recién salido de la Escuela de Arquitectura estaba, no sin dificultades previas, pues sustituía al arquitecto que inicialmente había recibido el encargo, Juan Torbado, cuya propuesta no había sido bien recibida, además de hacerlo después de protestas y malestar en parte de la población por el derribo del edificio antiguo.

Y planteó una basílica, la actual, muy influida por Le Corbusier, absolutamente rompedora para aquél momento, tanto que, para empezar, ni remotamente se aproximaba a ‘las reglas del arte’ que siempre había regido el proyecto de una basílica, ni a lo que podía ser el gusto popular, y hay que tener en cuenta que andábamos en el final de la década de los cincuenta del pasado siglo.

Un espacio sencillo y limpio, en el que se conservaba el retablo barroco de la antigua iglesia (había sido una condición obligada), propicio para la oración, pero con plena intención en todos sus elementos: bancos, altar, confesionarios, todo fue diseñado cuidadosamente para completar el espacio sin estridencias y para no desviar de la intención original.

Además, siguiendo el principio muy en boga en aquellos momentos (y desde entonces hasta hoy), se planteaba la integración de las artes, otras artes, en el edificio: en este caso las esculturas de Subirachs y la vidriera de hormigón de Rafols-Casamada, ésta última un caleidoscopio impresionante cuando le da la fuerte luz de poniente.

Subirachs, que realizó también la portada de la Gloria de la Sagrada Familia de Gaudí, además de los doce apóstoles presididos por la Virgen María del gran ‘cuadro’ de fachada, ejecutó también las puertas de entrada.

El bloque basilical se completa y marca con una altísima cruz, camino de los cielos, que da base para el altar de las grandes celebraciones de la explanada.

Todo estuvo pensado y diseñado, incluso la pequeña capilla, más del estilo Le Corbusier que el propio edificio principal y hasta el depósito de agua, al fondo, en la parte más cercana a la Base Aérea.

Me consta, que aun habiendo Fray Curro proyectado más de doscientas obras de uso religioso en más de un país, fue ésta, la Basílica de la Virgen del Camino, la más querida por él, tanto que, aún habiendo sido su residencia habitual Madrid, en ella se ofició su funeral.

Hoy el edificio está completamente integrado en actos de San Froilán, siendo un elemento más del conjunto: carros, pendones, morcilla, pulpo, “perdones”, leoneses, asturianos… y la basílica de Fray Curro.

Y de Don Pablo, que fue quien la financió.

Al César, lo que es del César.

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