¿Ribera o montaña?

Todos los meses llegan con algo bajo el brazo y julio suele hacerlo con un interrogatorio sobre dónde toca ir de vacaciones. La pregunta más obvia de cada año, la que parece simplificar todas las demás, es esa que ya se leía en los test de la ‘Súper Pop’: ¿Playa o montaña? En León, por razones tan dolorosas como evidentes, esta cuestión nos vemos obligados a traducirla con un... ¿Ribera o montaña?

Pese a ser una pregunta cerrada, no siempre resulta sencillo responderla y establecer dónde termina una y dónde empieza la otra. Y es que muchos madrileños, vascos y asturianos que pronto colonizarán suelo leonés lo harán sin saber si están veraneando en la ribera o en la montaña. Una indefinición en la que también se encuentran un buen número de lugareños arraigados en tierra de nadie. En mi pueblo, por ejemplo. El médico está en Cistierna y el partido judicial en Sahagún. Los chavales van al instituto con los de Sabero, Crémenes o Prioro, pero a Almanza el carnicero llega de Villamuñío y el pescadero de San Pedro de Valderaduey ¿Eso es Montaña Oriental o Tierra de Campos? ¿Uno es más de 22 kilómetros cuesta arriba o de 33 cuesta abajo?

En la lucha leonesa, donde tienen hasta un derbi entre ribereños y montañeses, zanjan esto de forma salomónica: al sur de las vías de Feve está la ribera y al norte la montaña. Práctico es, desde luego. De hecho, debería tomar nota puesto que, en mi caso, siempre resuelvo esta indeterminación de cuna con ese recurso tan cazurro de llevar la contraria. Si llega el típico gurú con el cuento de que la belleza es patrimonio exclusivo de la Montaña, le intento convencer de que no hay patria más majestuosa que una tierra de cereal. Cuando me extraditan de Campos, les recuerdo de dónde llega el agua que les riega para quitar la sed y, sobre todo, el hambre.

Si lo de dibujar fronteras ya es absurdo de por sí, lo de levantarlas entre comarcas es directamente una gilipollez. Al norte de las vías de Feve puede haber hórreos y al sur palomares, pero a ambos lados se reparten los mismos laísmos, contundentes platos de cuchara y banderas granates ondeando con un león rampante. También, y esto es lo que más iguala ribera y montaña, los mismos cazurros llevándose la contraria... ¡Bendita provincia!