Responsabilidades

Cuentan que una vez terminado el partido de la final del campeonato del mundo de rugby, el encargado de limpiar los vestuarios entró en el del equipo campeón y se encontró que el capitán de los campeones estaba, fregona en mano, limpiando el suelo. El trabajador encargado de la limpieza le sugirió que dejara de limpiar y que sería él quien haría ese trabajo, a lo que el deportista contestó que era su responsabilidad contribuir a limpiar lo que había ensuciado junto con sus compañeros. Cuentan que desde ese momento hay equipos de todo el mundo, desde benjamines hasta profesionales, que al terminar el partido siguen su ejemplo y limpian o arreglan lo ensuciado o roto, dando de ese modo una lección magistral de responsabilidad cívica y social. Si fuera un soñador, me bastaría con cerrar los ojos para imaginarme a todos esos cientos, o miles, de ladrones, defraudadores, pésimos gestores con sueldos milmultiplicados, usurpadores y saqueadores de lo público, como devuelven lo robado y arreglan lo que han roto o triturado, incluso la credibilidad perdida, no solo por ellos si no por las instituciones en las que estaban. Pero por si acaso ese sueño no se cumpliera, bien harían los responsables políticos y judiciales en dictar normas y sentencias que obliguen a resarcir la totalidad del daño causado, mucho más allá de devolver unas migajas de lo que se han llevado. Muchos de ellos, en su defensa, alegan que desconocían su labor o bien que el tiempo transcurrido desde entonces es muy largo, olvidando que esa tardanza es, en muchos casos, una consecuencia directa de las marrullerías legales adoptadas e impulsadas por tales sinvergüenzas. Qué bueno sería si se pudiera infectar con el virus de la responsabilidad a todos aquellos que presumen cuando las cosas van bien, pero que encuentran un culpable a quien responsabilizar de todo lo malo que ellos han generado. Algunos ya se han ido o los han echado, pero no son pocos los que aún están chupando, y mucho, del bote de lo público.