Botines anchos y dóciles
para iniciar la marcha.
Trencillas,
escarapelas,
cintas para los regalos ausentes.
La hucha de barro ebria
y asombrada de la niñez.
Musgo y coral:
dejemos espacio
a los mapas del corazón.
Y un lápiz de hierro,
de hierro colado,
para pintar el dorso
de las tormentas:
los poetas
y un cielo donde morir.