lidia-colinas.jpg

Quemados y bajo el sol

06/06/2021
 Actualizado a 06/06/2021
Guardar
La ropa más corta, la piel más oscura y el pelo más claro. Poco a poco comienzan a aparecer por las calles aquellos característicos e inequívocos símbolos que representan la llegada del verano. Este, al igual que el anterior, también será atípico. La movilidad seguirá vinculada al resultado negativo en las pruebas PCR y a una masiva vacunación que supera sus records día tras día.

En cuanto a la hostelería y el turismo internacional, dudo que haya grandes diferencias con el año pasado, aunque desearía que no fuera así. España vive del sector terciario y una recaída en los mismos fallos y problemas de 2020 podría ser desvastadora para un sinfín de familias, así como para la economía del país.

La vacunación no solo está siendo un éxito; también se ha convertido en garante de oportunidades económicas, laborales y turísticas. Inmersos en una grandísima crisis y con negativas previsiones de futuro que ya empiezan a ser notables –peajes, subida del precio de la gasolina y marcados tramos horarios eléctricos –, cada día urge más reivindicar cambios en un sistema que solo favorece a unos pocos. El pasado verano se demostró que la oferta vacacional destinada a extranjeros se adecúa perfectamente a la mayoría de sus estancias en nuestro país – pagar precios desorbitados en cualquier chiringuito playero, tintar su piel de rojo cangrejo cada día y emborracharse con una sangría de garrafón –, pero no cala entre los nacionales.

Sin embargo, ser conscientes de nuestros fallos no siempre implica querer – o saber – subsanarlos. ¿Es mejor modificar la oferta turística para atraer al mayor número posible de clientes nacionales o pasar el verano a duras penas con la expectativa de que el siguiente sea mucho mejor?

Por desgracia, esta decisión no depende únicamente de los hosteleros, sino de todos nuestros gobernantes.

Y, según han demostrado algunos de ellos, su apuesta está bastante clara: matar muriendo o, dicho de otro modo, estar quemados y seguir recostados sin un cambio de postura bajo el mismo sol. Ya solo nos falta el abusivo chiringuito y la sangría de garrafón.
Lo más leído