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Primada buena

02/07/2023
 Actualizado a 02/07/2023
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Aquí, Mr. Sufijo, no supo lo que era una primada (prim-ada) hasta hace bien poco. Me acuerdo de ver unos años atrás en un hotel de Valladolid del tipo de nuestro Riosol un cartel que reservaba un salón para la ‘Primada Núñez’ y quedarme loco. ¿Qué sería eso? ¿La presentación de un nuevo pequeño electrodoméstico? Porque una enciclopedia no pegaba a las puertas de los años 20 del nuevo siglo…

Siempre receptivo al conocimiento, acabé aprendiendo el significado de ‘primada’ y abusando del término. Así, este día de San Juan montamos una comida de familia, que ahora se estructura generacionalmente entorno a la primada. Alquilamos una casa con jardín en la bonita (cuando uno se adentra, no en los márgenes) comarca de cerros suaves de la Valdoncina para celebrar a una personina y metimos a toda la primada.

Para no pecar, ni penar, ni pencar cocinando, la comida fue encargada a domicilio a un restaurante cercano. Habíamos intentado contratar a un paellero (el que te hace la paella, por si los sufijos) pero los varios que tanteamos tenían todos la agenda completa (¡emprendedores!, ahí hay ‘business’ sin riesgo de pérdida digital, ¡dejad el corte de jamón!). Concertamos el menú y a la hora fijada nos lo llevaron. El plato principal era un afortunado guiso de carne de morcillo de cuyos nueve kilos sobró un tercio, que fermentó por la noche al calor de la temperatura ambiente y hubo que esparcir a la mañana en medio del campo para que las primadas de jabalís y otros bichones tuviesen algo que celebrar también.

El primer plato estaba más en el alambre. Ceviche de langostinos lo llamó en el contacto inicial el hostelero. Uff, qué peligro, me asusté, marisco crudo. No, me respondió, nuestro ceviche no lo lleva crudo. Ah, bueno. ¿Es una ensalada entonces? Ummm, no exactamente, va todo menudito picado. ¡Ah! ¡Un salpicón! Tampoco, objetó el profesional, porque lo suyo es comerlo con unos nachos de maíz que lo resaltan. Y entonces temimos que apareciese con un guacamole. Finalmente lo que llegó fue algo parecido a una macedonia con cítricos que servimos, atribulados por tanta confusión terminológica, en menos platos que comensales había. Descaraje total.

El patinazo me ofuscó un minuto, hasta que la primada buena solucionó el lío descargando un poco algunos platos para poder abastecer otros y dar de comer a toda la prole. La rica tarta de queso al horno sobró, así como el alpiste, del cual esta generación consume menos de la mitad per cápita que la anterior, que lo sepa el CIS. Y en todo lo demás la fiesta salió guay. Cómodos, disfrutones y divertidos estuvieron los críos, los mayores y la primada. Como dios manda.
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