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Polvo de tu viento

23/03/2024
 Actualizado a 23/03/2024
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El conflicto bélico desatado entre Israel y Palestina es tan antiguo como la propia historia de la humanidad. Ambos estados parecen estar condenados a una guerra eterna por defender un territorio que cada uno considera suyo. Todos los pueblos se creen el pueblo elegido y en nombre de su dios se enfrentan a una batalla en la que morirán sus hijos a manos de sus hermanos.

El resto del mundo asiste con dolor al genocidio que observa en los periódicos y las pantallas de televisión. Cada día desayunamos sabiendo que han muerto niños en Gaza e impotentes, tratamos de reclamar un alto el fuego que nunca llega.

No hay santos en ninguna guerra. Solo mártires y víctimas que pierden la vida por la vanidad y la insensatez de los poderosos. Quienes ordenan levantar los fusiles viven protegidos en sus jaulas de oro y siempre son inocentes anónimos los que derraman su sangre en nombre de una franja de tierra.

Escucho estos días la hermosa, aunque triste, canción del cantautor uruguayo Jorge Drexler: «Milonga del moro judío» y no puedo estar más de acuerdo con su letra.

«No hay muerto que no me duela, no hay un bando ganador, no hay nada más que dolor y otra vida que se vuela. La guerra es muy mala escuela, no importa el disfraz que viste, perdonen que no me aliste bajo ninguna bandera. Vale más cualquier quimera que un trozo de tela triste».

Algo tan sencillo de entender cuando no se vive bajo el yugo de ningún adoctrinamiento, saber que un hombre es un hombre porque Dios así lo quiso, y que la vida es el mayor regalo que existe, se trunca por defender un puñado de tierra, unas líneas de un libro sagrado, una bandera en nombre de un dios que, de existir, de ser un padre bueno, jamás consentiría este dolor absurdo e ilegítimo. ¿Qué padre permitiría que sus hijos se maten entre ellos? 

Solo puedo rezar. Solo puedo cantar para decirte que me duele tu sangre, porque todos somos Israel y Palestina, somos polvo de su viento.

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