Secundino Llorente

Pipino no lo puede entender

09/03/2023
 Actualizado a 09/03/2023
Guardar
A principios de los setenta, ‘ya ha llovido’, conocí a un joven de Bari que estaba estudiando derecho en Roma. Vivíamos en la misma residencia y llegué a tener una gran amistad con él. Pipino era muy valorado en la universidad de su ciudad como profesor de jurisprudencia. Le gustaba mucho la enseñanza y a ello ha dedicado toda su vida. Nos escribimos a menudo, ahora más que antes porque ahora lo tenemos más fácil. Hablamos de todo, pero especialmente de muchas cosas comunes en nuestra profesión. Yo conozco casi toda Italia, pero nunca he estado en Bari. Pipino me insiste y me tienta con esta frase: «Ven a conocer Bari, es un regalo en el tacón de Italia». Yo le cuento todo lo que ocurre en la educación española, especialmente en la enseñanza secundaria. Él me repite que ocurre, más o menos, lo mismo en Italia. Allí también los alumnos tienen sus costumbres parecidas a las nuestras. También allí se hacen novatadas y abundan los casos de acoso escolar. Los profesores tienen las mismas dificultades que nosotros con sus alumnos. Él, además, conoce muchos alumnos españoles que van Bari a hacer el Erasmus. Casi nada de lo que yo le comento a Pipino le sorprende. Incluso le envío semanalmente mis artículos y él normalmente me replica: «En Bari ocurre lo mismo».

Solamente hay tres temas que a él «no le entran en la cabeza» y que no puede llegar a entenderlos: el escaso conocimiento de inglés de nuestros alumnos al terminar la enseñanza secundaria y pasar a la universidad, el que no haya una prueba única e idéntica para todos los alumnos españoles a la hora de entrar en la universidad y, especialmente, le sorprende que pueda haber alumnos en España a los que no se les permite estudiar en español. Pipino ve normal todo lo que ocurre en los centros educativos españoles, pero estos tres puntos le parecen inadmisibles y no puede hacerse a la idea de que sean verdad. Es más, me suele decir que yo exagero.

Lo repasaré punto por punto: En el momento que vive la universidad, de internacionalidad y de apertura a todo el mundo, en el que todos los alumnos tienen que salir fuera de su país en algún momento a completar sus estudios en una universidad extranjera, en la que siempre hay una lengua común y que normalmente es el inglés, es inconcebible que los alumnos españoles sean los peor preparados para seguir las clases en esta lengua, allá donde vayan. El tema del bilingüismo, en el que estamos tan perdidos, nos convierte en los analfabetos del momento. Pipino me lo repite siempre. Él lo sufre en sus clases con los erasmus españoles. Nuestros alumnos, al terminar la selectividad, deben conocer el inglés ‘sí o sí’ y ahora no es así.

El tema de la prueba única para entrar en la universidad es tan evidente que nadie se lo puede explicar. Ningún francés, alemán o italiano puede entender que a cada alumno se le examine en una ciudad, con unas preguntas diferentes y valoración diferente y, al final, se le asigna una nota que le da la oportunidad de acceder al resto de las ciudades de España, como distrito único. Eso no le puede entrar en la cabeza a nadie. Esa avería sólo la tenemos los españoles y no deja de ser una injusticia que no tiene perdón de Dios. Pero llega a ser una injusticia legal porque está aceptada por todo el estado. La sufren miles de alumnos en el momento de la selectividad, pero da igual. Las lágrimas de esos alumnos a los que les han birlado la plaza otros, con menos méritos, no le importa a la mayoría de los políticos españoles que no mueven un dedo para solucionar este desmadre y esta injusticia.

Por último, lo que nadie entiende, porque es ‘infumable’, es que haya españoles que no puedan estudiar en español en su país. Pipino, como buen jurista, me asegura que esto «no tiene un pase» y que, si alguien lo denuncia en el Parlamento Europeo, tiene todas las de ganar. Cuando yo le adjunto a Pipino la nota de prensa textual: «Europa debe saber que hay lugares en España en los que se prohíbe a los alumnos estudiar en la lengua común y oficial del país; que las protestas por esta prohibición ante las autoridades de esos lugares son ignoradas y a los que protestan se les trata de apestados; y que la Administración en manos de esas autoridades incumple las sentencias de la justicia y estimula que se acose e insulte también a los jueces ante la pasividad y la apatía cómplice del Gobierno». Pipino levanta el grito al cielo: ¿Cómo habéis llegado a esto? No lo sé, Pipino, pero la realidad es esta. En Cataluña más de la mitad de la población tiene como lengua materna el español, pero para ellos no existe ese derecho que auspicia la Unesco. Esa batalla la tienen perdida. Créeme, Pipino, «en Cataluña y País Vasco más de la mitad de la población no podrá estudiar en español, aunque Bilbao y Barcelona sean España».
Lo más leído