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Pedro Sánchez: el aspirante volátil

13/05/2017
 Actualizado a 13/09/2019
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Seguir los discursos de los tres candidatos a la secretaria general del PSOE tiene su enjundia, y en el caso de los de Pedro Sánchez, orales y escritos, tal bamboleo, que es para marear hasta al más pintado. Cierto es que este aspirante a volver a la añorada cúspide del puño y la rosa hasta el momento no ha merecido contestación a sus contradicciones. Aparece arropado por esos ex, añorantes de volver a ministerios y otros cargos, de algunos secretarios territoriales que, como él mismo, han cosechado en las urnas un fracaso estrepitoso; y no faltan tampoco heridos reservistas, a la espera de alcanzar el poder en un área del Partido. Con todos estos compañeros de viaje, y otros de desinteresado sentimiento, va encandilando a no se sabe qué foráneos y a cuántos de la propia casa (es decir, con voto el día 21).

Visto por ese cónclave, que orienta y desorienta a Pedro Sánchez, el nuevo vapuleo en las urnas a otro candidato socialista, a la presidencia de Francia, que concurría con un programa radical, así como apreciar que va cayendo en la cuenta la militancia de que bajo el eufemismo de un gobierno de las izquierdas se esconde el propósito de alcanzar, después de haberlo acariciado ya una vez, un pacto futuro con los morados, con el auxilio de los secesionistas, el exsecretario y sus teóricos han decidido enmendar con secante exprés el programa presentado el pasado mes de febrero. En la última proclama ideológica que le han pulido, esta misma semana, redefine su ideario.

Así, la noche del 30 de octubre pasado, el exsecretario socialista, en televisión, ante Jordi Évole, se presentaba como una víctima de poderes económicos y periodísticos. Tras unas frases sustanciales, la de que se había equivocado al tachar a «Podemos de populistas» y esa otra de que «el PSOE tiene que trabajar codo con codo» con esta agrupación morada (los secesionistas siempre, bajo la camilla), nos descubría el trasfondo de sus intenciones. En los mítines, hasta hace un par de días, ha venido defendiendo esa idea de «acción común de las izquierdas». Anteayer, para ocultar este proclamado maridaje, el invento ha sido una «alianza social de progreso», en sintonía con sindicatos, etc.; con un proyecto de carácter «reformista, no rupturista».

En esa citada entrevista con Évole, decía haber estado de acuerdo con la abstención que facilitase el gobierno del partido más votado, pero no la adoptada, «en bloque», sino «técnica», es decir, lo más minoritaria posible. Últimamente, y con insistencia por el viento a favor de los nuevos y escandalosos casos judiciales en el partido conservador, se manifiesta como el gran opositor, héroe y víctima, de esa decisión tomada mayoritariamente en los órganos representativos del PSOE; con el ánimo de culpabilizar a los compañeros de una contaminación con los desafueros ajenos. Lo que se veía venir, en caso de ir a unas terceras elecciones, con un descenso reciente de hasta ochenta y pico diputados, o bien la alianza con un conglomerado podemita y secesionista (¡con los representantes que ahí anidan!), no es motivo de reflexión sino tema tabú en los mítines del exsecretario. Aun menos, cómo él y el PSOE podían ser engullidos y ocasionar una gobernanza delirante.

Otro hecho, que no habrá caído en el olvido, es aquella inmensa bandera que Pedro Sánchez colocó como telón de fondo para una intervención suya, de tinte solemne. De la bandera gigante, hace días pasó a defender una idea de España como nación de naciones, y esta semana, para los ingredientes de un cóctel completo, no de naciones a secas, sino culturales. Si volátil, y presto al oportunismo del momento, es el pensamiento político del exsecretario socialista en cuestiones de identidad y gobernanza, chiquito él no se queda en atribuirse la representación de los militantes, denostar a los que detentan o han desempeñado altas o medianas responsabilidades y proclamarse (¡con su bagaje!) el pura sangre del socialismo español. Y así el PSOE no solo tiene un gran problema, que es definir unas ideas socialdemócratas, y no en las nubes, ni para «contentar», sino en el contexto económico, social e internacional que vivimos; se enfrenta, también, a las ambiciones de un candidato que puede dar al traste con una posibilidad de recuperación electoral, y de convivencia dentro del Partido.

No consta en la historia del socialismo español un militante afamado, aspirante a la secretaría general, tan volátil, mudable e inconstante.
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