15/10/2023
 Actualizado a 15/10/2023
Guardar

Hay un abismo entre lo que suponen los patinetes eléctricos en las ciudades grandes y lo que suponen en las pequeñas como León. Y lo mismo en los pueblos, que, para esto y sin que sirva de precedente, se asimilan a las ciudades pequeñas. Esa diferencia se debe fundamentalmente a que aquí (como ya tampoco en París, a la que no es que yo quiera que León se parezca, pero coincide) no hay empresas de alquiler masivo que armen a los turistas de plataformas criminales (en León el único criminal es el trenecito turístico) ni siembren las aceras de la ciudad de obstáculos rompepiernas en forma de unidades de aquellos aparatos tirados a la bartola. Aquí nos estamos ahorrando esa sucia imagen que molesta tanto como la del contenedor con toda la basura volcada o la farola abollada. Pero que nadie se ponga digno, el maltrato del espacio público duele por lo que tiene de nuestro, no de todos los demás.

Respecto al uso de patinetes particulares, yo diría que los patineteadores soportan mayor riesgo del que provocan. Mientras como todo vehículo a motor eviten las áreas peatonales (que para su desgracia en León, con la obra de San Agustín, cada vez son más extensas) el nada desdeñable impacto de un trasto de esos contra un cuerpo humano es bastante improbable y un impacto de otro vehículo contra el cuerpo de un patineteador no lo es tanto y de darse puede ser fatal. Un ciclista al menos tiene un metro por delante y otro por detrás de estructura, un patineteador nada. Por eso sorprende que haya muchos que parece que quieren pasar desapercibidos cuando entran a las rotondas, los muy ‘monguers’. En vez de ir bien señalizados e iluminados van como bolsas de basura en la niebla. Ese tremendo nivel de inseguridad vuelve un medio de locomoción muy precario al patinete, inasumible si eres padre de familia o te quieres un poquito a ti mismo. Ya pueden decir misa los fanáticos que les cacarean lo ágil (excepto cuando hiela, sopla, llueve, nieva) y lo cómodo (excepto cuando las cervicales les piden clemencia por llevar rato amortiguándoles los baches).

Pero lo más execrable de los patineteadores es la pose, de pie sobre el alzador y con los brazos flexionados a la altura del pecho. Muy dignos no pueden ponerse ellos tampoco, parecen un perro salchicha de manos.

Lo más leído