13/11/2015
 Actualizado a 17/09/2019
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Y oídos necios. No hay ‘ganadores’ en el caso Adán, todos han perdido. Primero porque el problema a la hora de renovar al canterano dejó en un segundo plano la inercia positiva con la que el conjunto berciano afrontaba la visita del Mirandés. Cuando el debate pasa del campo a los despachos, la historia nunca termina bien, y que el desencuentro se enquiste no solo perjudica al propio Adán, también al equipo.

Tampoco acompaña que sea de nuevo una renovación con un canterano la que muestre la mano dura de una Ponferradina a la que todavía le queda mucho camino que recorrer a la hora de igualar el peso de sus categorías inferiores a la de otros equipos del entorno y no contribuye a crear escuela con maniobras como la de apartar a Adán de una convocatoria.

Y eso que su postura es comprensible. También la del faberense. Pero uno y otros han tirado por tierra cualquier atisbo de razón al empezar un pulso que no conduce a ningún sitio. ¿Hace mal Adán al tratar de aprovechar su buen rendimiento en este primer tercio de temporada para elevar su caché? Por supuesto que no, pero su silencio -aunque sea una práctica más habitual de lo que parece en esto de jugar a las renovaciones- no hace más que invitar a pensar que tiene un as en la manga. De ahí que el club optara por un órdago al que no le acompañan las cartas.

Dejar fuera de la lista a un futbolista que en ese momento estaba a años luz de Seoane -qué pensara al ganarse la titularidad por un problema con el contrato de un compañero- no le hace ganar la partida, solo crea una falsa sensación de tener la sárten por el mango. Si Adán no renueva, ¿se quedará fuera del equipo en noviembre? Y si sí lo hace, ¿no es inevitable que la relación entre jugador haya quedado maltrecha para siempre?
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