02/03/2023
 Actualizado a 02/03/2023
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Hace unos meses os hablé de Edmund Crispin y de sus novelas policíacas protagonizadas por el extravagante Gervase Fen, un profesor medio trastornado de la Universidad de Oxford. Esas novelas son algo más, mucho más, que unas novelas negras. Uno es un ávido lector de este tipo de literatura, teniendo, creo, una buena y escogida colección de ellas. Ya os comenté en alguna ocasión que nunca he leído una descripción más veraz y atinada de la crisis del año ocho que la que hace Petros Márkaris cuando cuenta las aventuras del Comisario Jaritos en la Atenas paralizada por la política de la Unión Europea. Como también es verdad que las mejores explicaciones de lo que fue la sociedad victoriana, amén de las de Dickens, son las de Conan Doyle en sus cuentos sobre Sherlock Holmes.

Este tipo de literatura ha conseguido atrapar y hacer dependiente de ella a alguna de las mejores mentes del siglo XIX, del XX y del actual. Pierre Lamaitre, ‘San Dios’ en lo sucesivo, acaba de publicar un libro dónde cuenta toda su aventura del saber a partir de sus libros y autores favoritos de la novela negra. Es una gozada leerlo, de la primera a la última página. Os lo recomiendo fervorosamente.

Como también os recomiendo encarecidamente las novelas de un chaval, (nació en el año 78 del pasado siglo), de Liechtenstein, (¿cual será su gentilicio, por Tutatis?), que se llama Armin Öhri y que escribe en alemán, lengua oficial del principado. Hasta hoy, se han traducido al castellano sus dos primeras novelas, ‘La musa oscura’ y ‘El gabinete de los ocultistas’ y quedan dos por hacerlo, ‘La dama en sombras’ y ‘El corazón negro’. En ellas de deshacen muchos de los mitos que tenemos sobre los alemanes, esa gente tan seria y tan trabajadora, tan poco dada a la juerga y al cachondeo. Ambientadas en la Prusia de mediados del siglo XIX, justo antes de que se convirtiera en el Primer Imperio (Primer Reich), a manos de Bismarck.

Los protagonistas son dos estudiantes de derecho, Julius Bentheim y Albrecht Krosick, que ayudan a la policía ejerciendo de pintor de las escenas de los crímenes y fotógrafo respectivamente. Leyendo cada página, descubrimos tabernas cutres dónde es posible emborracharse con cerveza por unos pocos ‘groschen’, ir de putas por el mismo dinero y, a la vez, ser invitados en los salones con más pedigrí de la ciudad de Berlín. El autor critica a Bismarck, a la iglesia luterana y a la calvinista sin ningún tipo de rubor, recordándome muchas veces a las descripciones que Clarín en ‘La Regenta’ y de Pérez Galdós en ‘Los episodios nacionales’ hacen de los desafueros de la iglesia católica y de las trampas y celadas de la burguesía española. Es evidente que en todas partes cuecen habas, y que deben de ser los escritores los que agiten el avispero para revelarnos todo lo malo (y también lo bueno), que tiene cada sociedad en el momento en que la describen. No cabe duda que mientras más pequeña sea una ciudad o un pueblo, más interacción hay entre sus habitantes, dándose en el caso de que por la mañana uno la lía con el ‘lumpen’ más arrastrado y por la noche se puede ir a un salón literario con gente que extiende mucho el meñique.

Lo que más me llama la atención, como digo, de la narrativa de Öhri es la descripción que hace de una sociedad que pronto sería la más poderosa del continente, derrotando a daneses, austriacos y franceses como si tal cosa. Una sociedad abierta a los cambios que se oteaban en el horizonte y, a la vez, cerrada en sus costumbres ancestrales.

Que esta juerga la escriba uno de Liechtenstein, un agujero entre Suiza, Austria y Alemania, con poco menos de cuarenta mil habitantes, con una riqueza ‘per cápita’ entre las mayores del mundo merced a la opacidad de sus bancos (es considerado un paraíso fiscal por el mayor exponente del capitalismo mundial, después de Estados Unidos, la Unión Europea), es, cuanto menos, irónico. Se nota que es joven Öhri, que tiene la azotea muy bien amueblada y que ha leído a todos los maestros de la novela negra y de intriga que ha parido Europa y que lo ha hecho con provecho. Algunas de las descripciones de los tugurios berlineses me recuerdan a las de los de Praga, que podemos encontrar en ‘Las aventuras del valeroso soldado Schwejk’, de Jaroslav Hasek, aunque con menos mordientes, porque lo del checo es irrepetible.

Pues nada; que no os queda más remedio que acudir a vuestra librería de cabecera o a Amazon para comprar estos libros a la mayor brevedad posible. Son una joya que cuestan menos de veinte euros y desperdiciar oportunidades como estas deberían ser considerado delito. Salud y anarquía.
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