27/05/2015
 Actualizado a 10/09/2019
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Nací durante los postreros años de la dictadura, por suerte, no tengo ningún recuerdo de la misma. La transición me queda lejos, y la memoria me lleva a un Adolfo Suárez que vivía sus últimos años como político. Los muchos años de gobierno socialista, con Felipe González al frente, están mucho más presentes, especialmente los de su declive. Obviamente, la proximidad de todo lo que vino después de aquello ocupa un espacio predominante en mi retentiva.

Podría decir que, desde que tengo uso de razón, España siempre ha estado dividida en dos partes. Dos colores, el rojo y el azul, que escondían mucho más que una simple escasez cromática. Heridas abiertas de un pasado no muy lejano, reproches constantes, recuerdos cruentos de complicada cicatrización, las víctimas como despreciable argumento político, la utilización de la prensa como vehículo de manipulación y los diferentes planes educativos como medio para adocenar al futuro del país.

Consenso, pacto o acuerdo eran palabras que no existían en sus diccionarios. Únicamente se escuchaba la cantinela del «tú más». Nunca tuvo nada de gracioso, pero en los últimos tiempos el argumento rozó la ofensa hacia cualquiera que tuviera dos dedos de frente.

El rodillo se sacaba a pasear a la menor oportunidad y hasta pasados cuatros años no se volvían a acordar de nosotros. Hasta tal punto que llegaron a pensar que este país era su cortijo y se lo podían llevar crudo sin que hubiera ningún tipo de consecuencia penal ni electoral.

Nos trataron como a idiotas menores de edad y pensaron que no habría personas con el coraje y la capacidad suficiente como para comprometer sus acomodadas posiciones. Creyeron que el 15M solo era una panda de piojosos perroflautas sin conciencia social a los que les interesaba poco la democracia y mucho el barullo y la confusión. Igual que no se tomaron en serio a Rivera y supusieron que era simple fotogenia.

El mapa político continúa con los mismos colores aunque bastante más difusos, ahora serán imprescindibles los pactos para gobernar. Urgirá llegar a acuerdos. Y para todos aquellos que piensan que con este panorama el país será en ingobernable, les invito a que vean la serie danesa «Borgen», en ella podrán comprobar que nos queda demasiado por aprender de democracias mucho más antiguas.

A pesar de ello, esta semana hemos vuelto a asistir al esperpéntico espectáculo de las ruedas de prensa post-electorales, y uno llega a la conclusión de que no han entendido nada. Afortunadamente, nosotros sí.
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