No pasó de largo,
la nieve.
Sobre el columpio la cinta blanca,
ateridos los pozos,
con asombro miraba el trigo
la penumbra del cielo.
Me ardían las manos;
los ojos del niño tan cerca
que se confundían con la luna.
Cuando quise llamarte no estabas
y en la última nieve,
efímera y rasa,
pude sentir,
ver el sobresalto,
la noción pálida
de tu rostro desnudo.