20/12/2018
 Actualizado a 10/09/2019
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Corro solo, corro con uno, corro con muchos, corro como quiero, con quién quiero, cuando quiero y por donde quiero. A nadie le pido ni le doy explicaciones para correr. Corro por la ciudad y por el monte, por el asfalto y por el barro, por lo llano y por lo escarpado, en invierno y en verano. Corro cuando me da la gana. Nunca nadie se ha metido conmigo por correr o por no correr, más si acaso alguna broma por el colorido y lo ceñido de algunas mallas o lo corto de algunos pantaloncitos. Y ahora viene lo importante. ¿Por qué si yo puedo hacerlo por tener barba, no puede hacerlo ella aunque no la tenga? Qué desconexión cerebral se produce en la mente vacía de aquellos que se sienten con el derecho de hacerlas sentirse inseguras, perseguidas, vigiladas, asustadas. Nada las hace diferentes a los barbados. Son mujeres que deciden, libremente, hacer o no hacer, ir o no ir. Se visten como les da la gana, porque ante nadie tienen que justificar nada.

Quienes se comportan como acosadores nunca leerán esto, si es que supieran hacerlo, pero por si lo hicieran, me gustaría decirles que su actitud de menosprecio hacia la libertad de las mujeres los convierte en animales indignos de trato como personas, ajenas a cualquier consideración o justificación. Quienes aun a pesar de todo justifican, porque callan, la violencia machista, de cualquier tipo, en cualquier momento y en cualquier lugar, son también maltratadores. Nadie se puede mantener neutral frente a los asesinos. A nadie se le puede llenar la boca de palabras que insultan a quienes luchan por un futuro diferente al que ellos proponen y al mismo tiempo negarse a actuar en temas tan vitales como la muerte de las mujeres a manos de machos de mierda, que ni siquiera hombres. Se contabilizan más muertas por violencia de esos machos en los últimos años que todas las que provocaron durante cinco décadas los pistoleros de capucha y txapela, y sin embargo aunque ahora ya no maten parece que ellos merecen más atención ¡Ni una menos!
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