Hablamos de lo mismo,
siempre de lo mismo:
es decir,
de lo que dictan ellos.
De sus insidias,
sus patochadas,
sus pudrideros,
su ofuscación.
Como si la vida de los ciudadanos
fuera, en el fondo,
un asunto posprandial.
Convertidos en jugos y alveolos,
poco más que migajas.
¿Habrá llegado la hora
de levantarse de la mesa
y proteger el pan
de sus mordiscos infames?