04/11/2023
 Actualizado a 04/11/2023
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Habla de él siempre.
En el silencio de la terraza,
mientras se enfría el café.
A él le gustaba ardiendo.
Lo nombra como si doblase
la esquina
subiendo el cuello del gabán.
O acariciando a un perro viejo.
Cierra los ojos y lo ve a contraluz.
Hoy suspira triste:
«No vino a visitarme en sueños», 
me dice,
y entonces 
rodea la taza con sus manos,
como para devolverle el calor,
como si en esos posos oscuros
fluyese la voz de mi padre.

 

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