15/05/2021
 Actualizado a 15/05/2021
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Japón ya tiene un Ministerio de la soledad, algo que suena a George Orwell, pero es completamente actual.

La soledad aumenta el riesgo de suicidio, de caer en adicciones varias y de sufrir demencias. Además, está demostrado que vivir en soledad crónica reduce al 50 % la esperanza de vida, un porcentaje bestial, estarán de acuerdo conmigo.

En España, aunque aún no contamos con un Ministerio de soledad las cifras son heladoras ya que el año pasado había unas 4.889.900 personas viviendo solas. De todas esas personas, 2.131.400 (el 43,6 %) tenían 65 años o más y según las estadísticas está creciendo el número de hogares unipersonales con hombres y mujeres mayores.

No sé si lo que está pasando es falta de inteligencia emocional, ausencia de empatía o verdadera oligofrenia, dado que si todos, con suerte, llegamos a la tercera edad, imagino que nadie desea que sus últimos años se conviertan en un infierno en vida.

No obstante, si no mejoramos el mundo en que vivimos, eso es lo que nos espera. Morir solos y ser descubiertos días después por el portero o por la policía.

Salvo casos muy concretos, aprender a ponderar el impulso de independencia y de libertad, conjugándolo con el respeto y el cuidado a nuestros mayores, debería ser una prioridad en la educación de los jóvenes.

Eludir este tipo de enseñanzas, dar a los hijos todo lo que les viene en gana y pensar que por eso somos padres coraje y nos van a querer más, es un error garrafal. Crear monstruos es fácil, educar personas requiere que de vez en cuando los hijos ante un no, te digan frustrados «qué malo eres, eres el peor». De hecho, eso es muy buena señal. No se arredren.

Por otra parte, nada tiene que ver el hecho de que muchas personas hayan aprendido a vivir en soledad, que llenen sus horas con múltiples inquietudes e incluso prefieran que les dejemos a su aire. Ser mayor no tiene por qué ser automáticamente sinónimo de incapacidad, y de cuando se empieza a ser ‘mayor’ escribiré otro día, porque lo merece.

El problema desde mi punto de vista es más profundo. Nuestro tiempo idolatra la juventud, la belleza y los cánones que venden intensivamente un cierto tipo de cine y de publicidad. Esas parejas perfectas, que parecen vivir como si nunca hubiesen tenido familia, como recién caídos de un guindo. Esas jóvenes hiper sexualizadas y super pintarrajeadas, haciendo el bobo en cualquier revista ‘fashion’ (de esas que dedican artículos extensos a cómo tener orgasmos haciendo el pino puente) y que parece que si las encuadran al lado de algo humano se van a caer a trozos. Y para qué mentar la obsesión con marchar de tu pueblo, de tu ciudad y de tus raíces, renegando de todo, para caer en la sartén de las megaciudades masificadas y terminar divorciándose por Whatsaap y muriendo en la misma soledad a la que condenaron a sus propios padres.

Japón ya tiene Ministerio de Soledad. El de prevención de la sinvergonzonería no debería tardar en caer.
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