29/05/2021
 Actualizado a 29/05/2021
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La Policía ha detenido en una localidad de la Comunidad Valenciana al celador de un hospital como presunto autor de un delito de abuso sexual a joven mientras estaba bajo los efectos de la anestesia después de una intervención quirúrgica. El juez ha decretado su ingreso en prisión.

Esta práctica es bastante común, lamentablemente, y el año pasado conocimos otro caso parecido ya que un hombre fue condenado por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía a dos años de prisión por abusar sexualmente de una mujer en la playa, cuando ella estaba inconsciente debido a la cantidad de alcohol que había consumido.

Otro instrumento para que se ha instalado en nuestra sociedad, es el uso de sustancias como la burundanga para anular la voluntad de la víctima y posteriormente abusar de ella.

Desde la lógica más pura estos son actos despreciables, machistas y desde luego delictivos. Sin embargo, hay algo que late bajo la superficie de los acontecimientos y que de algún modo inspira estas tropelías.

Para empezar, no puedo dejar de citar el cuento clásico ‘La bella durmiente’ que todos hemos leído y nos han leído en más de una ocasión. En este cuento el príncipe se toma unas libertades de lo más osadas y, además, recibe el premio del amor de la durmiente, que bien podía haberle atizado con la corona e hincársela en el cogote, por cara dura.

Si nos ponemos más poéticos en incluso cinematográficos, podemos recordar la maravillosa película de Pedro Almodóvar ‘Hable con ella’ en la que un Javier Cámara en estado de gracia, se enamora absolutamente de Alicia, su paciente en coma, y no sólo le entrega su vida sino su corazón. El estado comatoso de Alicia no la convierte en un objeto, sino que ella se transforma en la idea abstracta del amor.

Podemos remitirnos también al texto de Kawabata ‘La casa de las bellas durmientes’ el protagonista acude a una casa de citas y duerme con mujeres que ya están dormidas cuando él llega y seguirán durmiendo narcotizadas cuando él se retire, el protagonista encuentra en esos sujetos durmientes singularidades en cuanto a los efectos que ocasionan.

Me pregunto si esto es fruto de una patología, de la maldad, el egoísmo, el amor o quizá sea una metáfora demasiado gráfica del abismo que separa el universo de los hombres y el de las mujeres. Una muestra de la soledad más espantosa.

Imagino que las mujeres dormidas tenemos el encanto de poder encarnar todas las fantasías, a todas las mujeres, todos los sueños y al deseo en estado puro.

Hace tiempo un hombre me dijo «Qué guapa estás cuando duermes». No recuerdo escucharle este halago en otro momento y sí recuerdo que la frase me revolvió sin saber bien por qué. Con los años lo voy viendo más claro. Prefiero ni pensarlo.
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