23/07/2023
 Actualizado a 23/07/2023
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¿Hay quien luche o me calzo? Es una osadía empezar así una columna, siendo nuestro querido Fulgencio, además de director de Cultura de este periódico, Maestro de maestros en Aluches. Imagino su sobresalto, temiendo que se haya montado un corro entre rotativas, sin él saberlo. Para quien no conozca la expresión con la que inicio el texto, ésa era la forma con que alguien se ofrecía a luchar o invitaba a hacerlo, en el noble arte de la Lucha Leonesa. Digo noble y digo arte para referirme al ancestral deporte autóctono consistente en derribar al adversario combinando mañas y agarres con nobleza y respeto, en proporciones iguales.

Estos días, viendo la degradación a la que ha llegado la lucha política en este país, basada en la mentira, el insulto y la falta de respeto permanente, es inevitable traer a colación la Lucha Leonesa y sus normas de obligado cumplimiento, basadas en la nobleza, el honor y el respeto al adversario, como ya he dicho y seguiré diciendo. Un juego limpio en el que, conservando su sabor rural, genuino y primitivo, se lucha descalzo, con los pies bien amarrados a la tierra, en el centro del corro formado por el público y sin más elementos que un pantalón corto, una camiseta, el cinturón que tu rival te coloca para después aferrarse a él y las mañas transmitidas entre padres e hijos, hermanos o vecinos. Mañas con nombre propio llegadas desde aquellos segadores, pastores o molineros que acabaron siendo leyendas de la Lucha Leonesa con el oficio pegado al nombre, como ‘El Sastrín de Rucayo’, ‘El Pastor de Prioro’ o ‘Los Molineros de Carbajosa’. Gente humilde inmortalizada por un cariñoso mote, a los que las vías del tren Hullero dividieron en dos bandos porque de alguna forma había que hacerlo. Montaña contra Ribera. Dos selecciones ficticias luchando por diversión porque dinero no había y de haberlo, era escaso. Tal vez por eso no se desvirtuó el Aluche y se sigue practicando con la misma filosofía de respeto y manos siempre dispuestas para levantar al adversario, sabiendo ser rivales y amigos, vencer sin humillar, luchar sin embarrar…

Tendría que parafrasear una y mil veces a Fulgencio y a Antonio Barrañeda, dos sabios de este noble arte de luchar, para explicar lo que tantas veces han dicho, escrito y repetido sobre este deporte que arrastra unos valores traídos de otros tiempos en los que había otro nivel y exigencia moral. Como no hay mejor forma de demostrar las cosas que con un ejemplo, explica Antonio Barrañeda en un precioso vídeo cómo, cuando acaba el corro, el vencido levanta al ganador como muestra de respeto. Y a continuación, el ganador levanta al vencido, como muestra de humildad. Y demostrando que se puede ser rivales y amigos al mismo tiempo, saca Fulgencio del anecdotario el caso de dos leyendas, Felipe León, que después de comprarse una moto, llevaba a las competiciones a su rival Cayo de Celis, de pueblo en pueblo. Conocida esta historia, qué bochorno produce la pueril discusión de los políticos por el uso del avioncito que les hemos comprado. Cuánto que aprender para estos políticos que han convertido en vergonzosas refriegas un oficio que debería ser de exquisito respeto entre ellos y de entrega a la población, a la que hace mucho que ni sirven ni representan. Qué diferente visión del ciudadano en el Aluche, donde el luchador no sólo combate por su honor o amor propio si no por el de su pueblo, familia o comarca a quien no quieren defraudar por haber confiado a él.

Ya llevábamos tiempo quejándonos de la riada de fanatismo que nos estaba engullendo y del peligro de dar poder y alimentar monstruos con consignas de otros tiempos, reabriendo trincheras dentro del Parlamento, reviviendo historias trasnochadas con una batalla de palabras, cada vez más grandes y feas. Hasta viendo la sombra venir por el callejón, nos ha dejado desconcertados, sin saber por dónde nos entró de nuevo la carcoma en los baúles y en casa la palabra censura, esa que prohíbe y amordaza. Y no se entiende quién, de repente, se siente autorizado para decidir lo que podemos y debemos hacer los que ya teñimos canas… ¿Quién nos quitó la mayoría de edad de repente? y ¿Quién ha dado poder a ese quién?

Demasiado tiempo sufriendo el deterioro social causado por los que convierten la política en refriega, las mañas en artimañas y la mentira en hábito. Llegados a este punto y explicada ya la filosofía de un deporte basado en el honor, la nobleza y el respeto al rival, en el que se aprende a ganar y a perder al mismo tiempo, sugiero la lectura del reglamento de la Lucha Leonesa y sus normas de obligado cumplimiento, antes de ejercer el oficio de político.

Hoy, un soleado domingo de julio, es el típico día de corro y nos pilla con el vestido de la democracia bastante ajado. Pide a gritos agua, jabón y un buen planchado. Ahora sí, vamos a decidir nuestro futuro antes de que nadie lo haga por nosotros. Hoy toca salir al corro, luchar limpio y saber ser rivales siendo amigos. ¿Hay quien luche o me calzo? Hay quien luche.
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