11/09/2016
 Actualizado a 18/09/2019
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¿Dónde estabais en los malos tiempos?, se preguntaba en este papel Fulgencio (el apellido sobra tratándose de él) citando al grupo La Unión en referencia a los miles de aficionados al fútbol que colmaron las gradas del estadio de León para ver a la Selección nacional en partido oficial contra la de Liechtenstein (menos da una piedra que la Federación) cuando a los partidos de la Cultural apenas acuden mil o dos mil personas ¿Dónde estabais y dónde seguís estando?, se volverá a preguntar esta tarde el presidente del club, si es que el equipo juega en León, despertando de un sueño y volviendo a la realidad como el alcalde de ‘Bienvenido, Mister Marshall’, aquella caricatura cruel y vitriólica que de la España pobre y cateta hizo Luis Berlanga.

La pregunta de Fulgencio yo me la hago también aunque no sólo referida al fútbol ¿Dónde están esos miles de leoneses, jóvenes en su mayoría, que abarrotaron el estadio de León para ver a España jugar contra Liechtenstein cuando hay que reivindicar infraestructuras para León o para que por lo menos no quiten las que ya tiene? ¿Dónde se meten esas 17.000 personas (la mitad de la población, por cierto, de Liechtenstein, lo que da la medida de la dificultad del triunfo de la Selección española sobre la de ese país) cuando hay que salir a la calle a manifestarse contra la amenaza de cierre del tren hullero, del traslado a Valladolid de los talleres de reparación de Renfe o contra los infinitos retrasos en la terminación de la autovía a Valladolid o del ferrocarril de alta velocidad a Asturias? ¿Dónde estaban todos esos leoneses y otros que no fueron al fútbol pero sacaron pecho provinciano por celebrarse en León un partido oficial de la Selección nacional tanto en los malos tiempos como en los malísimos, que son los que la provincia está viviendo desde hace años? Cada vez que se convoca a los leoneses para reivindicar un derecho o para protestar contra un abuso más, ya sea estatal o privado, el número de los asistentes no pasa del de los aficionados que acuden a ver a la Cultural y en ocasiones ni siquiera eso. Las grandes movilizaciones, las que en los malos tiempos de la provincia congregaban a millares de personas, se han convertido con la llegada de los malísimos en testimoniales y hasta ridículas salvo cuando algún acontecimiento deportivo se celebra en ella. La profusión de banderas del viejo reino leonés se produce en la Camperona de Sotillos cuando la Vuelta ciclista sube hasta allí o en los estadios y pabellones deportivos de León y Ponferrada cuando se celebra algo extraordinario en ellos. El resto del tiempo los leoneses parecen no existir siquiera, tan pocos son los que se manifiestan en público cuando alguien o algo lo exige. Malos tiempos para la lírica decía un grupo contemporáneo de La Unión, los gallegos de Golpes Bajos. Malos tiempos son estos en los que hay que demostrar lo evidente denunciaba el filósofo y escritor suizo Dürrenmatt. Malos, malísimos tiempos son éstos, añado yo, en los que los leoneses ya sólo alzan la voz para animar a unos futbolistas que ganan millones y que al terminar el partido se irán, como Míster Marshall, sin mirar atrás.
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