15/12/2022
 Actualizado a 15/12/2022
Guardar
Uno procura no dar consejos. Si lo haces, corres el riesgo de equivocarte y que la persona que lo recibe se enfade, con razón. Aún así, y puesto que estamos en el mes de los regalos, del exagerado consumo, de los gastos extraordinarios, voy a arriesgarme y hacerlo. También lo hago porque es menester ayudar a los libreros, una profesión vocacional y muy volátil, puesto que muchas de las tiendas de libros que había en la ciudad de León han tenido que cerrar porque los ingresos no alcanzaban ni para pagar la renta o los cupones de la seguridad social. Se lee poco en León, como en toda España, por desgracia. Hoy un libro cuesta un capital y la gente se lo piensa mucho antes de adquirir uno. Con los veinte, treinta o cuarenta euros que ahorran, pueden pagar parte del recibo de la luz o el del gas y es para tenerlo en cuenta. Además, la televisión y las redes sociales hurtan tanto tiempo que no queda apenas para leer.

Leer es como viajar: te abre el mundo, te hace conocer, con los ojos del alma, lugares hermosos, gente apasionante o teorías que salvan al mundo. Además, lo bueno de un libro es que puedes leerlo, y es muy recomendable (si es bueno), más de una vez, porque cada vez descubres cosas y matices que en la primera lectura no viste o no intuiste (más lo segundo que lo primero), y que son tan importantes como los primeros. Por eso, para que os gastéis el parné, en algo que regalar a tú pareja, a tú familia o a tus amigos, os voy a recomendar dos libros: el primero, ‘La casa eterna’, de Yuri Slezkine, un tocho de 1435 páginas y 44 euros del ala, en el que se narra todo lo que pasó en la construcción de ‘la casa’ que el Partido Comunista ruso edificó enfrente del Kremlin, al otro lado del río, y que albergaría a los miembros destacados del régimen y a los visitantes, con pedigrí, del partido en Moscú. El relato es apasionante, desde la primera a la última página, y recrea la vida de los visionarios que ayudaron al triunfo del comunismo en un solo país, de sus familias, de sus anhelos y de sus esperanzas, de las purgas que diezmaron a muchos de ellos, de sus destierros, de su muerte. Destaca, según mi corto entendimiento, el capítulo tres: ‘La Fe’. Son ciento setenta páginas en las que el autor describe que es la fe, la religión, sus mitos y sus carencias; destripa todas las definiciones de ‘religión’, sus orígenes y sus consecuencias. Nos muestra, a la perfección, a la secta milenarista que creo Jesús de Nazaret, la que te obligaba, si querías alcanzar el Paraíso, a abandonar a tus hijos, a tus padres, a tus amigos, para seguir al Maestro. Una secta que odiaba a los ricos, que prometía el cielo a los menesterosos, a los parias de la tierra. Estrictamente, el comunismo en la Unión Soviética, te obligaba a lo mismo y te prometía la misma recompensa; aunque en la propia tierra, no en cielo, pero esto es lo menos.

Hacia el final de la obra, Slezkine nos da la razón por la que el comunismo se desvaneció como un azucarillo: los padres, los autores de la revolución, pensaban en el futuro; para ellos solo existía el futuro. Mientras, sus hijos, leían, con una pasión desmesurada, a Tosltoi, a Dostoievski, a Gogol... Pensaban en el pasado, amaban el pasado, absolutamente incompatible con las enseñanzas de la revolución... Los hijos de los revolucionarios querían revivir la sociedad que destruyeron sus progenitores y la esencia del comunismo que representaban Sverdlov, Trostki, Lenin, Bujarín o Kamenet, desapareció como por arte de magia.

Este libro se publicó en 2018, en la editorial el Acantilado. Si queréis un buen regalo, compradlo, no os digo más.

Lo otro que os quería recomendar son las aventuras del Padre Brown, de G. K .Chesterton, un autor inglés que no parecía que era inglés, entre otras razones porque abandonó a la iglesia anglicana y se hizo católico, algo muy mal visto a principios del siglo XX. Os encontraréis con un cura-detective que es el anti- héroe por antonomasia: anodino, un poco cazurro, amante del té y de los dulces, que acomete los casos que se le presentan con una normalidad absoluta y que, usando solamente, el sentido común, los resuelve casi todos. El Padre Brown es tan mundano que pareciera que no es cura y que no podría resolver ni el crucigrama más sencillo del periódico. La pluma de Chesterton logra hacerlo atractivo y lo llegamos a considerar una reencarnación del Sherlock Holmes de Conan Doyle, pero mucho más mundano, mucho menos espiritual. La realidad es que es todo lo contrario, porque encarna la mistificación de la normalidad más absoluta en medio del caos y la desesperación que produce un asesinato...

Salud y anarquía.
Lo más leído