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Lazos de unión entre Viseu y León

21/04/2024
 Actualizado a 21/04/2024
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Representado por su alcalde José Antonio Díez, León se ha confraternizado con la ciudad portuguesa de Viseu firmando un protocolo de hermanamiento, cooperación y amistad. Y este mes de abril coincide con otro, justamente 30 años atrás, en que Portugal mudó la autarquía por la democracia tras la llamada «revolución de los claveles».

En llegando todos los años el 25 de abril, soy de los que el correr de la mente, el alma y la ‘saudade’ (nostalgia) hacen escala siempre en territorio portugués. Es el día en que los claveles de hoja roja y tallo verde, colores lusos por bandera, salieron a la calle cuando en 1974 se produjo en el país hermano una revolución sin difuntos que dio paso a un régimen democrático tras férrea dictadura salazarista disfrazada de república. Anteriormente, desde su independencia del Reino de León, a finales del siglo XII, la nación portuguesa había estado siempre regida por un gobierno en monarquía —incluso cuando dependió del trono español entre 1580 y 1640—, hasta 1910, con la llegada de la República.

Es curioso comparar los cambios de régimen político entre Portugal y España a lo largo del siglo pasado. Portugal ha ido siempre por delante. Cuando Portugal pasó a ser República, España no se había sacudido todavía el transcurso de reyes y reinas hasta la llegada de la Segunda República, en 1931, pues la primera apenas duró año y medio. La dictadura de Oliveira Salazar estaba implantada en Portugal con vestimenta republicana seis años antes de que el franquismo la implantara con crudeza en España tras una suma centenas de miles de muertos. Y Portugal se desvistió sin sangre en democracia al son de ‘Grándola vila morena’, un par de años antes de que como tal se constituyese en España tras la «muerte del difunto». 

Las circunstancias de la vida me han hecho estar ligado a Portugal durante más de treinta años. Fuera del ámbito familiar, esta vinculación al país vecino ha sido lo que más satisfacciones me ha dado en la vida. Escogí la dulce lengua portuguesa cuando me tocó elegir frente a la italiana como asignatura optativa en la licenciatura de Filología Románica en la Universidad de Salamanca. Y vive Dios que nunca me he arrepentido. Entré por primera vez en Portugal en tiempo convulso, Acababa de ser incendiada la Embajada Española en Lisboa. Franco se moría, sin olvidar su pasión de condenar a muerte, mientras yo me aposentaba en Lisboa en la Residencia de Estudiantes Egas Monís, gracias a una beca (’bolsa’, en portugués) de la acaudalada Fundación Calouste Gulbenquian, un armenio rebosante de petróleo que se refugió en Portugal durante la II Guerra Mundial. En Lisboa viví varios meses. Allí aprendí el idioma y me encariñé con su cultura y con sus gentes. Ello me permitió profesar su lengua y literatura, y relacionarme con grandes hitos de la literatura portuguesa, como José Saramago; pero, sobretodo con Vergílio Ferreira, cuya excelente obra sirvió para que me doctorase.

Vayamos a la historia. Corría el año 1028 cuando el rey de León Alfonso V, llamado el Noble o el de los Buenos Fueros, fue herido por una flecha recorriendo a caballo las murallas musulmanas de Viseu, a consecuencia de lo cual falleció. Su cadáver yace sepultado en el panteón de los reyes de San Isidoro.

En 2018, en colaboración con la sociedad portuguesa Ribacudana, Promonumenta cruzó la raya para realizar una hacendera de limpieza y desbroce en la senda ascendente a las ruinas del castillo de Monforte, entre Figueira de Castelo Rodrigo y Pinhel, llevando consigo enarbolada la bandera leonesa.

 

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