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La prueba del huevo

12/01/2023
 Actualizado a 12/01/2023
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Cuentan las crónicas de la noche parisina que cuando al joven Picasso no le alcanzaba para sus rondas en Montmartre pagaba a los dueños de los cabarets con algunas de sus pinturas. La gran mayoría fueron vendidas días después por unas monedas a coleccionistas de poca monta que, décadas más tarde, las subastaron por cifras astronómicas. Supongo que los primeros propietarios de aquellos cuadros del artista malagueño se tirasen de los pelos de por vida recordando una frase de otro español para la historia, Quevedo: «Solo el necio confunde valor y precio».

En mi caso, sin ser un cazatalentos ni nada parecido, tengo un truco para esas situaciones en las que se duda del valor intrínseco de algo, de lo que un producto o servicio es en sí al margen de su precio, frecuencia, marca, reputación o todo aquello que genera la mente del consumidor: la prueba del huevo. Eso es, solo hay que pensar en un huevo frito. Lo comes todas las semanas, mojas con pan su yema y no reparas en lo satisfecho que te deja ese sabor tan corriente como placentero. Pero, un segundo, ¿no pagarías un huevo si solo pudieras permitírtelo una vez al año? ¿Acaso no sería uno con puntilla el plato estrella de los restaurantes de lujo si no estuviera tan a huevo de conseguir por todos?

Mediada la cuesta, este año Tourmalet, de enero es un momento propicio para recordar todo aquello de poco precio o directamente gratuito que es genial y cualquiera tenemos a nuestro alcance. Más en una provincia como esta, donde siempre queda un pueblo al que escaparse, una tapa por catar o una ruta por recorrer. La inflación no ha llegado a los atardeceres de Las Lomas, a tirarse con sacos de rafia por pendientes nevadas o a ese tratamiento ‘low cost’ para el cutis de dar un paseo bajo el sol que queda tras una helada mañanera. A calentarse frente a la lumbre en un filandón con cuentos de lobos y pastores.

La mirada de tu mascota al llegar a casa, un familiar que resintonice los canales de la tele, el amigo que te ayuda a montar los muebles de Ikea, encontrar un truco para abrir botes de conservas o resguardarse del invierno y de todo lo demás en una manta de lana. Inspirarse con el ejemplo de Picasso, Quevedo y tantos otros genios anónimos que nunca confunden valor y precio. Quizá esto no sea más que una burda apología de lo cotidiano pero por mis huevos, los de la prueba, que subimos este Tourmalet de enero… ¡Ya queda menos!
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