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La percepción de la guerra

25/03/2022
 Actualizado a 25/03/2022
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La invasión de Ucrania está suponiendo un salto muy cualitativo en lo que es la percepción de la guerra. Guerras ha habido, por desgracia, siempre. Las hemos vivido en directo, en diferido, en la lejanía y, a veces, ni las hemos vivido. La distancia y, sobre todo, cómo y de qué manera tenemos noticia de ellas, ha sido la manera de obtener la información de las mismas.

Desde la II Guerra Mundial se han sucedido, casi sin distancia, muchas guerras ‘locales’ (por definirlas de alguna manera), de la que hemos tenido conciencia por lo que nos han contado y hemos visto (de lejos).

La comunicación, los medios, las redes sociales nos han ido dando una visión, a veces no demasiado , digamos cierta, de lo que pasada, siempre en función de una objetividad que, en verdad, es muy difícil de mantener.

Así, a todos nos llega cada vez más información, mucha más información.

Remontándome en el pasado, mis recuerdos de lo que podía ser la primera guerra de mi memoria fue la guerra de Corea.

Eso fue allá por principios de los años 50. Del 50 al 53 para ser exactos. Por aquél entonces yo tenía, más o menos, nueve añitos. ¿Qué recuerdo de aquello?, pues poco. Y no solamente poco, es que lo que me queda es una sensación de aventuras, de los buenos americanos y de los malos chinos (curiosamente nada de los coreanos, de arriba y de abajo, que eran los verdaderos protagonistas), resultado de lo que a mi llegaba. ¿Y qué llegaba? De la radio, bien poquito. Estaba ‘el parte’, las noticias de Radio Nacional llamadas así por continuidad del ‘parte’ diario de la marcha de nuestra guerra, la del 39. Y nada de comentarios de mis padres o así (lógico). Los periódicos (más bien ‘la’ PROA) eran un ente extraño e inaccesible ¿De dónde me venía eso de los buenos, los malos, los americanos y los chinos? Pues de los tebeos de Hazañas Bélicas, nuestra televisión infantil de entonces. De allí, sin duda. De aquellos cuadernillos dibujados por Boixcar, llenos de tanques y aviones, con personajes guapos, todos guapos y rubicundos (los buenos) y feos, todos feos y morenos (los malos). No había mucho más, y creo que tampoco hacía falta. Éramos niños y ya teníamos bastante con poder ser lo más felices posible dentro de la escasez de todo y el cariño y cuidado de nuestros padres. Ellos supongo que sí, que más preocupación tenían por lo que estaba pasando. Pero, en verdad, no recuerdo por su parte ni el más mínimo comentario del bollo que había en las antípodas. Además todo aquello estaba muy muy lejos. Era casi casi exótico.

Hoy, ahora, todo es diferente. La sociedad de la información nos rodea y nos tiene al día de todo. Qué digo al día: a la hora por no decir al minuto.

Hemos tenido conflictos tanto o más graves que el que actualmente hay en Ucrania y en lugares igualmente próximos. Los Balcanes, Siria, incluso Irak, están en un entorno de distancia similar, han sido muy cruentos (no soy capaz de fijar si más, menos o igual, pero sí enormemente sangrientos), y no tengo la sensación de un agobio personal como el caso actual.

Así que ¿Porqué esta guerra la percibimos más que otras, más nuestra?

Quizás sea que la información que ahora mismo recibimos es, creo, mucho más completa y constante. Incluso excesiva.

Quizás por la insultante desfachatez del señor Putin

Quizás la propia puesta en escena por el ejército ruso nos ha ido montando un camino que nos ha llevado del ronzal hasta la preocupación… y el miedo.

Quizás es el asombro de ver una contienda totalmente desequilibrada donde, como en las películas de buenos y malos, un grupo de desarrapados (por favor, tómese el comentario no por el lado jocoso, incluso despectivo, sino como de la asombrosa e increíble situación que es), tiene en jaque al poderoso ejército ruso que no puede con ellos, tal cual la aldea gala de Asterix y Obélix con el muy superior Imperio Romano.

Quizás que, anímica y moralmente uno tiende siempre a estar con el más débil, y por tanto, muy al unido a sus problemas.

Quizás porque nos ha abierto los ojos a Europa haciéndonos ver que esta ciudad alegre y confiada era (es) demasiado alegre y confiada, y que por algo así empezó la II Guerra Mundial (sin armas atómicas, por cierto).

Y seguro que aún se pueden añadir más “quizás”.

No lo sé. Pero, sin duda la percepción que tenemos de este conflicto difiere mucho del de todos los otros.

Además, y volviendo al principio de esta columna, es que hasta los niños lo ven de forma diferente a como nosotros lo vimos, y no sé, no se me alcanza, si eso es bueno o es malo.

En realidad yo diría que bueno no es.
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