11/05/2023
 Actualizado a 11/05/2023
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Pues resulta que la plataforma esa, Netflix, va a emitir una serie sobre la reina Cleopatra, la de Egipto, la que se llevó a la cama a Julio César y a Marco Antonio, los dos tipos que más mandaban en el mundo mundial. Y resulta que, imbuidos por la más absurda de las doctrinas identitarias, la reina de la nariz respingona en la serie es negra. Cleopatra y su hermano, reyes de Egipto, granero del Imperio Romano, pertenecían a la estirpe de los Ptolomeos, descendiente del general macedonio que fue la mano derecha de Alejandro Magno. Y, ¡claro!, los macedonios eran caucásicos, blancos como la leche de burra en la que se bañaba la reina para conservar su cutis inmaculado. Esto lo sabe cualquier estudiante de primero de Historia, aunque estudie en Yale. Pero la plataforma no se inmuta aunque el gobierno egipcio haya puesto el grito en el cielo. Ellos van a lo suyo o a los que les mandan los que gobiernan en el Imperio yanqui. Hay que llevarse bien con los negros, que son un montón en aquel país y pueden decidir las elecciones.

No es la primera barrabasada de este calibre a la que asistimos. Hace poco, un año o así, alguien afirmó que Beethoven, don Ludwig, también tenía el color del azabache y se quedó tan ancho... El caso es que al autor de ‘Para Elisa’, lo llamaban en Bonn el ‘español’, y, por supuesto, era moreno. Se decía que su abuela paterna descendía de nuestra patria, de una familia sefardí que huyó a Túnez y de allí, no se sabe porqué motivo, acabó enAlemania, que entonces no se llamaba Alemania. Una cosa, por supuesto, es dar por cierta esta historia y otra muy distinta afirmar que Beethoven era negro. Pero, por lo visto, ser negro hoy mola la hostia, y ser blanco es sinónimo de embaucador, traficante de esclavos, asesino o pederasta, que tengo un vicio que me arrastra.

Toda esta jugada, por supuesto, es cinca de mano, porque en Estados Unidos los matrimonios mixtos, (los que unen a un negro, (a), con un blanco, (a)), son inexistentes o no alcanzan al uno por ciento de su población. Lo que viene a demostrar que el Racismo, (con mayúsculas), es consustancial con sus genes y con su historia: si no hay mezcla de razas, todo este cuento es eso: un cuento que no se sostiene. Ya os conté una vez lo que decía Plinio el Viejo sobre los galos que servían como mercenarios en el ejercito romano: eran capaces de estar seis meses sin follar porque sólo lo hacían con sus compatriotas: rubias, altas y un poco marimachos. Qué se lo dijesen a uno de la Umbría o de Lusitania..., esos follaban hasta con los bueyes que tiraban de las carretas de la impedimenta.

Que el país más racista del mundo, los Estados Unidos, nos den lecciones sobre la igualdad de las razas es para mear y no echar gota. Pero es lo que hay. Y no hay que cargar las tintas sobre los blancos; los negros actúan igual, por lo que es fácil deducir que ellos, en su medida, son tan racistas como los otros. Es lo mismo que ocurre aquí con los gitanos: sólo se juntan entre ellos, en su inmensa mayoría; por desgracia, hay muy pocos matrimonios mixtos entre payos y gitanos. Cuando esto sucede, se produce un desequilibrio imposible de vencer y la desigualdad campa por sus fueros.

En cualquier caso, lo bueno de los gitanos es que no lo ocultan y que lo admiten, no como los negros americanos que están llenos de complejos.
Y, por último, una de prejuicios: a un servidor le vende la patatas un gitano, simpático y ocurrente como él sólo. Empecé a comprarle cuando un día, estando en las escaleras del bar, dijo: «comprame patatas de ‘Jandía’, que las robo de noche y las vendo de día». Y lo hice, claro que si. La última del gachó fue hace dos semanas. Entró al bar con muy mala cara, como que hubiese pasado una noche toledana. Míriam, que se dio cuenta, le preguntó que le había ocurrido, y él la dijo que había estado de fiesta celebrando que iba a ser padre por quinta vez. A todo esto, es tipo no tiene más de treinta y pocos años, para que os hagáis una idea.

Como Míriam sabe lo de sus hijos, le preguntó, «¿Cómo lo haces?», refiriéndose a como puede mantener a cinco criaturas. Él, que lo toma todo de manera literal, la contestó: «pues fornicando todas las noches, ¿cómo quieres que lo haga?». Uno tiene claro que seguirá comprándole las patatas mientras siga viniendo por el pueblo. Es menester arrimar el hombro para que pueda adquirir la leche y los pañales a las criaturas, que valen un potosí y hay que ser casi un potentado para adquirirlas.

Pues eso: que Cleopatra no era negra, que Beethoven tampoco, que los yanquis son una banda de descerebrados y que los gitanos, sobre todo el que me vende las patatas, son la hostia.

Salud y anarquía.
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