07/04/2024
 Actualizado a 07/04/2024
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En las gradas de los estadios de fútbol españoles se oye con bastante frecuencia todo tipo de improperios e insultos. Y ello, más que por un hecho en sí, se debe a desahogos de liberación en boca de enfurecidos de odio por fastidios personales, laborales, familiares, etc., en los cuales sería prolijo entrar. 

Además de los sempiternos insultos proferidos contra jueces de línea y árbitros, destacan aquellas ofensas de las que son blanco jugadores negros o mestizos a los que se les llama, entre otras «delicias» verbales, «monos» o «negros de mierda».

Además de los reiterados al merengue negro Vinicius, en esta semana han tenido lugar, al menos, tres insultos: los dirigidos en Getafe en su partido contra el Sevilla, llamando «negro de mierda» al jugador de este último equipo Marcos Acuña; y «gitano» al entrenador del mismo Quique Sánchez Flórez. Otro vejamen se produjo en Sestao contra el portero del Rayo Majadahonda, un negro senegalés llamado Cheikh Sarr, quien no pudo reprimir saltar la grada y enfrentarse a uno de los causantes del agravio a su persona. 

Dada esta vergonzante situación en un ámbito deportivo multitudinariamente oído, visto personalmente o a través de pantallas de televisión, se me ocurren unas propuestas drásticas con el fin de intentar acabar con el oprobio de insultos que avergüenzan el deporte más visto y extendido en España.

En primer lugar y teniendo en cuenta que los estadios de fútbol son, ‘mutatis mutandis’ «campos de concentración», en este caso para goce de aficionados de respectivos clubs; en el campo de concentración de exterminio nazi de Dachau, rezaba irónicamente en portada: ‘Arbeit macht frei’, esto es, «El trabajo os hace libres». Pues, bien, ¿no estaría de más a la entrada de los estadios de fútbol la inscripción: EL INSULTO OS HACE INFAMES; e inscrito en los billetes de acceso: «insultar conlleva expulsión y delito»?
En segundo lugar, a la vista de la desagradable audición del insulto, debería obrarse contra la grada algo similar a lo que ocurre en el terreno de juego. Me explico. Los árbitros, ayudados por jueces de línea y el VAR, tienen la potestad de expulsar del terreno de juego a jugadores mostrándoles tarjetas amarillas (2) y rojas (1), con la subsiguiente repercusión de baja de 1,2,3 o más partidos de sanción para los próximos encuentros de su club. Y aunque en la grada, y por lo general, tan solo son unos pocos indeseables los protagonistas de los insultos (mayoritariamente son gente educada y sería erróneo considerar a España como un país racista), no me parece improcedente que en los casos de producirse con reiteración insultos racistas se produjese la inmediata suspensión del partido y cierre temporal del estadio. En el verde césped tampoco tienen culpa 10 jugadores de lo que ha cometido un compañero sancionado a abandonarlo y, sin embargo, han de jugar en minoría y mayor esfuerzo contra el adversario. Opino que otro tanto tendría que hacerse, aunque a simple vista parezca injusto, con los espectadores de los estadios de fútbol.

La implantación en estos de medios auditivos pertinentes haría que el árbitro en ejercicio pudiese oír y actuar en consecuencia. Como poderoso caballero es don dinero —que dijo mucho tiempo atrás Francisco de Quevedo—, jugar a puerta cerrada por insultos causaría grave perjuicio económico a los clubs implicados y ello obligaría, sin duda, a que cada uno de ellos actuase con más rotundidad para que sus hinchas, si bien lo tuviesen en la mente, enmudeciesen el insulto, que labios cerrados nunca ofenden ni trascienden.

 

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