22/05/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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El pasado octubre soltaron por los Pirineos franceses a dos osas pardas eslovenas, una llamada Claverina, la otra, Sorita. Claverina, por lo visto, se zampó algunas ovejas para acumular grasa y poder hibernar. Su hermana, Sorita, encontró bellotas y frutos silvestres y obtuvo esa reserva sin necesidad de atacar el ganado. Claverina ha despertado ahora y ha vuelto a matar a cuatro ovejas, no sabemos si por necesidad proteínica o por imperativo étnico-zoológico. El problema ha surgido porque esta vez han sido ovejas navarras las atacadas. Claverina, que no entiende de fronteras, se ha venido a vivir al Pirineo navarro-aragonés, donde al parecer se come mejor. Todo muy natural.

El tema, sin embargo, ha ocupado la cumbre hispano-francesa, convirtiendo la osadía de la osa en conflicto internacional. Un conflicto político que, naturalmente, requiere una solución política. Ya se han reunido los Ministerios de Transición Ecológica y las correspondientes Consejerías Autonómicas de Navarra y Aragón. Lo importante, han dicho, es dialogar, «como no podía ser de otra manera». Se proponen cercados electrificados, mastines y pastores vigilantes armados. He aquí un claro conflicto de identidades territoriales.

Por un lado tenemos a dos osas eslovenas emigrantes, cuyos movimientos están protegidos por el espacio Shengen. Como al parecer estas dos osas son legalmente francesas, nos encontramos con una identidad política superpuesta que habrá que respetar, y por eso llevan las plantígradas un geolocalizador controlado desde Francia. Añadamos que las ovejas destripadas eran indubitablemente navarras. Metamos ahora por medio a los pastores, seguramente navarros y aragoneses de pura cepa, y así reconocidos en sus respectivos estatutos de autonomía.

No quiero hablar de los buitres, cuya patria es el cielo, pero resulta que también han intervenido en el despedazamiento de las ovejas, incluso, según algunas fuentes, causando la muerte de una de ellas, cuyo asesinato se atribuye, sin embargo, a Claverina, a la que ‘el País’ llama ofensivamente «mataovejas». A mí me sueña algo heteropatriarcal, porque no olvidemos que Claverina es fémina plantígrada, y oveja término inclusivo.

Estoy con Claverina, con su identidad errante, basada en la necesidad y el instinto, que se impone a cualquier identidad territorial. Porque en este conflicto lanar, lo que debiera predominar es que una osa es una osa, una oveja es una oveja y un buitre un buitre. La naturaleza de la osa es ser osada, la de la oveja protegerse en el rebaño y la del buitre unir al vuelo majestuoso la voracidad carroñera. Y podríamos así ampliar la causa osuna (actualmente hay 300 ejemplares, 250 concentrados en las montañas de Asturias y León) a la defensa de las 200 manadas de lobos que ya se extienden por casi toda la Península sin respetar fronteras autonómicas, haciendo honor a su nombre, «lobo ibérico», y reivindicando, de paso, no ya la desaparición de las autonomías, sino nuestra unión con Portugal.

Se han contabilizado los ataques de lobos del 2016 y el saldo da más de 5.000, y los animales muertos, más de 10.000. ¿Mucho? Son estadísticas tramposas, que magnifican el daño, sin realmente valorarlo. Mueren más animales y aves en las carreteras, sin contar los humanos. Algunos aseguran que ya han llegado los lobos a unos 15 kilómetros de las murallas de Ávila. Acabarán zampándose a los niños del parque en un descuido de sus padres.

También han dejado sueltos, como a las osas eslovenas (y ahora me voy, sin ton ni son, de los cerros de Jacetania a orillas del Manzanares), a los golpistas encarcelados, y también hemos visto que no respetan ni la cerca del Congreso ni la geolocalización impuesta por el Supremo. Es paradójico, porque reclaman libertad cuando están ellos empeñados en electrificar la frontera de los Países Catalanes.

El ejemplo cunde, y empieza a extenderse por toda la cabaña lanar hispánica. José García Molina, vicepresidente podemita de la Junta manchega, acaba de presentar un plan que «prioriza el acceso al empleo público de las personas de Castilla-La Mancha». Donde no hay lengua ni pedigree genético, hay que electrificar la cerca con el origen manchego. Si no hay duda de que existen ovejas manchegas (ahí está el queso con denominación de origen), ¡cómo no va a existir una identidad manchega!

Ah, aclaro que Jacetania es una comarca de Huesca por donde debe de andar ahora Claverina siguiendo el rastro de dos osos machos autóctonos, al parecer recientemente desaparecidos. ¡Jacetania! Sólo por este nombre merecería ser reconocida esta comarca como nación independiente.
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