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Herederos de mortadela

15/12/2022
 Actualizado a 15/12/2022
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Incluso por delante de la Lotería, Campofrío está lanzando cada Navidad uno de los anuncios más esperados del año. Ayer presentó ‘La herencia’, proponiendo a los jóvenes coraje como respuesta a la incertidumbre actual. En este sentido, hace un tiempo, la fábrica de embutidos ahumados que también es este Gobierno planteó avanzar hacia una herencia pública universal: algo así como entregar sin contrapartida una fuerte inyección económica al cumplir los 18 años.

Aunque suene utópico, hay varios países que sí se pueden considerar serios que también han sondeado esta posibilidad. Los criterios de reparto y los requisitos sobre en qué deben gastar los jóvenes esta ‘herencia’ no están claros, pero el objetivo sí: corregir desigualdades de cuna y equilibrar el reparto de la riqueza.

Pese a que supongo que haya gallifantes macroeconómicos y cuñados de los números de sobra para desmontar esta propuesta, sí que conviene abrir cierto debate sobre los desajustes intergeneracionales y las diferencias que, a nadie se le escapa, estos crean de por vida. Al fin y al cabo, todos conocemos el caso del chaval que suspendía cinco en la ESO y que terminó siendo médico como papá a base de soltar billetes en universidades privadas.

Tampoco falta razón a quien diga que ya bastante dinero público se dilapida como para regalar 25.000 euros, asignación que se planteaba, a cada imberbe con la ‘L’ en su Golf o a cada chiquilla que aspira a ser ‘influencer’. No obstante, equilibrar las oportunidades en una edad tan decisiva sí que supondría cambiar el rumbo a las actuales políticas sociales de salón.

Como mínimo, la herencia pública universal es interesante. Habría que definir bien los criterios para que no acabase en papelinas, pijadas del Fornite y trapitos del Zara, pero sin duda sería el necesario impulso para que muchos jóvenes pudieran acceder a una vivienda, completar unos estudios o montar un proyecto emprendedor. Los beneficiarios de la PAC que se gastan sus subvenciones en un piso y no en rentabilizar su explotación o las ayudas a sindicatos que van a mariscadas en vez de a formación ya han dado pistas suficientes de qué no hacer: lo público solo es justo si se retroalimenta con el sistema que lo generó.

Proponer coraje a palo seco a las nuevas generaciones es como ofrecer una bandeja de mortadela de Campofrío, o de la marca que sea, sin nada de pan. Las personas pueden vivir de herencias, no así los países. Esa frase tan manida de «¡a ver si levantáis España!» solo puede hacerse buena con jóvenes que se la juegan… y, de todos es sabido, para jugársela solo hacen falta dos factores: ese coraje y una oportunidad.
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